El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 553 // Viernes 6 de julio de 2018
ESCENARIOS
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EL BRILLO DEL TEATRO

En Lima, nadie más autorizado para hablar de retos y dificultades que un artista. Lucho Serna, actor, clown e improvisador, cree en el teatro e insiste con terquedad en su práctica. “El teatro –asegura– hace que personas diferentes se unan”. ENTREVISTA: ROSE AGUIRRE GÁLVEZ # #
Lucho Serna es especialista en marketing, improvisador, clown y cofundador de Impro Norte. Participó en el festival Playback, realiza comedias stand-up y, en la actualidad, culmina estudios profesionales de teatro en Aranwa. A partir de su experiencia, reflexiona sobre las implicancias del teatro y el potencial formativo de su práctica.
–¿Por qué un improvisador decide estudiar teatro de manera profesional?

–Siempre quise ser actor. Estudié marketing por mi familia, por cinco años, y a la par llevaba cursos de improvisación. Me gustó la ‘impro’ y me quedé en ella. En ese momento, era una forma de expresar aquello que en la vida no podía.

–¿Qué quieres expresar?

–Mis opiniones. Siempre he querido proyectarlas, pero yo mismo, en la experiencia cotidiana, no soy muy extrovertido. En el escenario, me ocurre como un zoom y saco todo lo que me guardo en la vida diaria. El teatro me hace emocional y eso me gusta. Soy yo en escena, pero soy también yo viviendo la vida.

–¿El teatro se ha vuelto una necesidad?

–Me ayudó a ganar seguridad y confianza. El pavor que tenía de acercarme al escenario se volvió placer. Y encontré allí las herramientas que buscaba para desarrollarme. El teatro es una carrera difícil, pero ahí estamos. Para mí, es como una droga.

–¡Una droga! ¿Por qué?

–Porque me permite explorar partes de mí que no descubriría fuera del teatro. Por ejemplo, hay muchos personajes que no son como yo y la única forma de explorarlos es interpretarlos: es el actor encarnando a alguien más.

–El teatro de texto ofrece esas posibilidades…

–Te vuelve un médium. El personaje ingresa a tu cuerpo y le prestas tus herramientas, bajo las posibilidades de lo que pueda hacer el actor. Todo está armado, la historia no tiene ningún cabo suelto.

–En Más pequeños que el Guggenheim, interpretaste a Sunday, un sarcástico director de teatro, ¿encuentras alguna semejanza?

–Soy sarcástico, pero no a ese nivel. Soy más de conocer primero a alguien y, si me da confianza, le pido permiso para bromearle. Sunday tiene momentos de seriedad, pero muy pocos. Él es fresco y un poco cara dura.

“Como artista, tienes que aprender a convivir con las dificultades, pero también es tu respon-sabilidad buscar un equilibrio”.
–¿Por qué montaron esta obra?

–Es la historia de cuatro personas que quieren ser artistas y cada una tiene sus problemas. Al igual que en la vida, tú quieres cumplir tus sueños, pero no sabes qué pasará mañana. El ser humano vive en una incertidumbre constante que se transforma en preocupación. Ahora, esa incertidumbre debería llevarnos no a la inmovilidad, sino a la creación, a nuevos proyectos. En la obra se muestran las dificultades que pasa la gente que desea dedicarse al teatro.

–Imagino que también lo has vivido…

–Hay momentos en que me ha ido fatal. Hay como dos extremos: en un momento te va bien; y después, malísimo. Cuando me va mal, empiezo a hacer cosas nuevas. Este año ha sido el más crítico para mí, hasta ahora, económicamente hablando.

–¿Cómo sales adelante

–Confío en mí. Me ha ido mal en lo económico, pero no en el arte. Trato de buscar una motivación interna: generar ingresos propios sin salirme del arte.

–¿La desesperanza te lleva a la esperanza?

–¡Sí! A mí me pasa. Estás en el tacho e intentas salir a toda costa. La esperanza es lo que te mueve, como a los personajes a los que les queda solo eso. Como artista, tienes que aprender a convivir con las dificultades, pero también es tu responsabilidad buscar un equilibrio. Tal vez es porque aún soy joven, pero no quisiera que toda mi vida fuera así.

–¿Cuál es tu meta?

–Mi meta es mantenerme del arte dignamente. La gente va al teatro muy poco, no es una costumbre. A veces van porque un familiar se presenta o en muy raras circunstancias. En el teatro tienes que lucharla: hay funciones a sala llena, y otras, vacías.

–¿Cambiará eso en algún momento?

–En realidad, ya está cambiando. Por ejemplo, en Lima Norte solo teníamos un teatro, el de la UNI, y no hay mucho movimiento en Lima Este. Pero al inaugurarse el teatro en Plaza Norte y traer actores conocidos, el teatro en esta zona se está potenciando.

–¿Qué obras presentan?

–Allá presentan comedia. Y es un buen punto para empezar porque la gente quiere olvidarse de sus problemas.

–¿El teatro es un escape tanto para el actor como para el público?

–Podría decirse que sí. Algunas personas asisten para olvidar sus problemas y otras simplemente porque les gusta. Quizá la gente no ve mucho drama porque no quiere ponerse más triste de lo que ya está. En ese sentido, es muy parecido al cine: las comedias son las que más se llenan.

–Sobre la base de tu experiencia, ¿crees que es necesario educar en teatro?

–Sí, es un placer del cual no debería privarse nadie. En los colegios, algunos niños piensan que uno nace con el don de hablar y que es algo que no se puede aprender. Eso no es verdad. El teatro ayuda a desarrollar habilidades sociales, a ser más accesible y no solo a convivir con tu sector. El teatro hace que personas diferentes se unan. Te enseña a trabajar en equipo: no a brillar individualmente, sino a brillar juntos.