–Siempre quise ser actor. Estudié marketing por mi familia, por cinco años, y a la par llevaba cursos de improvisación. Me gustó la ‘impro’ y me quedé en ella. En ese momento, era una forma de expresar aquello que en la vida no podía.
–Mis opiniones. Siempre he querido proyectarlas, pero yo mismo, en la experiencia cotidiana, no soy muy extrovertido. En el escenario, me ocurre como un zoom y saco todo lo que me guardo en la vida diaria. El teatro me hace emocional y eso me gusta. Soy yo en escena, pero soy también yo viviendo la vida.
–Me ayudó a ganar seguridad y confianza. El pavor que tenía de acercarme al escenario se volvió placer. Y encontré allí las herramientas que buscaba para desarrollarme. El teatro es una carrera difícil, pero ahí estamos. Para mí, es como una droga.
–Porque me permite explorar partes de mí que no descubriría fuera del teatro. Por ejemplo, hay muchos personajes que no son como yo y la única forma de explorarlos es interpretarlos: es el actor encarnando a alguien más.
–Te vuelve un médium. El personaje ingresa a tu cuerpo y le prestas tus herramientas, bajo las posibilidades de lo que pueda hacer el actor. Todo está armado, la historia no tiene ningún cabo suelto.
–Soy sarcástico, pero no a ese nivel. Soy más de conocer primero a alguien y, si me da confianza, le pido permiso para bromearle. Sunday tiene momentos de seriedad, pero muy pocos. Él es fresco y un poco cara dura.
“Como artista, tienes que aprender a convivir con las dificultades, pero también es tu respon-sabilidad buscar un equilibrio”.
–Es la historia de cuatro personas que quieren ser artistas y cada una tiene sus problemas. Al igual que en la vida, tú quieres cumplir tus sueños, pero no sabes qué pasará mañana. El ser humano vive en una incertidumbre constante que se transforma en preocupación. Ahora, esa incertidumbre debería llevarnos no a la inmovilidad, sino a la creación, a nuevos proyectos. En la obra se muestran las dificultades que pasa la gente que desea dedicarse al teatro.
–Hay momentos en que me ha ido fatal. Hay como dos extremos: en un momento te va bien; y después, malísimo. Cuando me va mal, empiezo a hacer cosas nuevas. Este año ha sido el más crítico para mí, hasta ahora, económicamente hablando.
–Confío en mí. Me ha ido mal en lo económico, pero no en el arte. Trato de buscar una motivación interna: generar ingresos propios sin salirme del arte.
–¡Sí! A mí me pasa. Estás en el tacho e intentas salir a toda costa. La esperanza es lo que te mueve, como a los personajes a los que les queda solo eso. Como artista, tienes que aprender a convivir con las dificultades, pero también es tu responsabilidad buscar un equilibrio. Tal vez es porque aún soy joven, pero no quisiera que toda mi vida fuera así.
–Mi meta es mantenerme del arte dignamente. La gente va al teatro muy poco, no es una costumbre. A veces van porque un familiar se presenta o en muy raras circunstancias. En el teatro tienes que lucharla: hay funciones a sala llena, y otras, vacías.
–En realidad, ya está cambiando. Por ejemplo, en Lima Norte solo teníamos un teatro, el de la UNI, y no hay mucho movimiento en Lima Este. Pero al inaugurarse el teatro en Plaza Norte y traer actores conocidos, el teatro en esta zona se está potenciando.
–Allá presentan comedia. Y es un buen punto para empezar porque la gente quiere olvidarse de sus problemas.
–Podría decirse que sí. Algunas personas asisten para olvidar sus problemas y otras simplemente porque les gusta. Quizá la gente no ve mucho drama porque no quiere ponerse más triste de lo que ya está. En ese sentido, es muy parecido al cine: las comedias son las que más se llenan.
–Sí, es un placer del cual no debería privarse nadie. En los colegios, algunos niños piensan que uno nace con el don de hablar y que es algo que no se puede aprender. Eso no es verdad. El teatro ayuda a desarrollar habilidades sociales, a ser más accesible y no solo a convivir con tu sector. El teatro hace que personas diferentes se unan. Te enseña a trabajar en equipo: no a brillar individualmente, sino a brillar juntos.