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Son las 6:30 de la tarde y todo está listo para el ensayo general de La Bella Durmiente. El elenco del Ballet Municipal de Lima está a cargo de una tarea simple y compleja: dar vida, por medio de la danza y sin palabras, a un cuento clásico de la literatura infantil. La historia de Aurora, una princesa sumergida en un sueño profundo por muchos años, en espera del príncipe que, con un beso, la despertará del hechizo del hada malvada. El equilibrio artístico entre la arquitectura del Teatro Municipal y el ballet clásico ponen el toque de magia al cuento de hadas.
La melodía de Tchaikovsky invade el escenario. La silueta de un castillo se va haciendo visible y una voz en el fondo solicita: “Luces, por favor”.
La melodía de Piotr Tchaikovsky invade el escenario. La silueta de un castillo se va haciendo visible ante el público y una voz en el fondo solicita: “Luces, por favor”. De inmediato, las hadas lilas encantan con sus movimientos e invitan a un palacio con columnas doradas.
Pedro Archenti Dávila es jefe de escena del Ballet Municipal. Empezó en 1990 como ayudante de tramoya y ocho años después obtuvo la jefatura. Esta vez, él y un equipo de doce personas trabajaron la escenografía de La Bella Durmiente.
El armado de la escena tarda alrededor de cinco días. Cada rompimiento de la escenografía es colocado en un sistema de barras, lo cual facilita la movilidad para cambiarlo con rapidez: en medio de la función, todo es cuestión de tiempo. “Hay escenografías que cambian a vista del público –explica Archenti–; cada una tiene un peso de 35 kilos. Los cambios son parejos debido al sistema motorizado”.
Cada una de las escenas de La Bella Durmiente fue pintada a mano por Luis Torres. En esta segunda temporada del año se reutiliza el decorado que se elaboró en el 2015.
La función está por empezar y el jefe de escena da las indicaciones al resto del equipo. “Todos en su sitio. Prevenidos para la salida ¡Listo… Levanten telón!”. Detrás de todo, allá donde las luces no iluminan, hay muchas personas que caminan a paso presuroso. Pedro, por ejemplo, va y viene, una y otra vez. Con un radio comunicador en mano, la mirada atenta y los pasos firmes, va observando cada detalle de la escenografía.
El encanto continúa en escena y unos reyes celebran el bautizo de la princesa Aurora. La simetría entre los colores y los movimientos de un ballet clásico es todo un atractivo.
De pronto, detrás de escena todo está más calmo. Cada uno de los bailarines espera su turno en la historia. A la izquierda, en la máquina de tramoya aguarda Juan Sandoval. Él mira en su pantalla los tiempos de cada cambio de escenografía.
Se acerca el primer intermedio. Pedro toma posición y en su radio avisa: “Listos para el cambio… ¡Ahora! Cae telón”. Y entonces la magia se detiene por diez minutos.
Hugo Palomino, José Olaechea y otros más entran en escena. Ellos son del equipo de video y tramoya. Todos se toman la licencia de adelantar el tiempo de la historia de hadas y nos sumergen en un bosque encantado. Han pasado 16 años.
“Listos. Es telón y música. Prevenidos ¡Ahora!”, ordena Pedro. Él no deja el radio comunicador. Es su herramienta favorita para dar los mandatos.
Nuevamente la melodía endulza el escenario. Aurora ya es toda una jovencita. Y la historia es conocida.
Se acerca el primer intermedio. Pedro toma posición y en su radio avisa: “Listos para el cambio… ¡Ahora! Cae telón”.
“A veces me critican de que grito mucho, pero es por la presión del trabajo. Todo debe estar perfecto porque afuera hay todo un público que observa”, explica Pedro, mientras observa en la pantalla. “¡Acá soy todo un tigre! –admite con una sonrisa–. Al cierre de cada espectáculo, algunos directores me piden salir para recibir el aplauso del público, pero allí sí me pongo nervioso”.
Allá donde nadie ve, hay todo un espectáculo de adrenalina y coordinación. Es el equipo detrás de la magia. Son los encargados de transportarnos a espacios que solo pueden existir en un cuento de hadas. “Listo; contrapeso todo; apaga las luces… ¡Hasta mañana!”.