El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 570 // Viernes 23 de noviembre de 2018

DANZA, MEMORIA Y REPARACIÓN

IMPULSO CORPORAL

El arte como elemento de reflexión

PROPUESTAS
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CUERPOS EN MOVIMIENTO

El cuerpo y su movimiento son elementos centrales en la poética de la danza. La Compañía de Ballet San Marcos lleva a escena Desaparecidos, con la que aspira a remover memoria, conciencia y reparaciones simbólicas. Escribe: marcia abanto # #
¿Cómo contar la historia de otros cuerpos? De cuerpos que ya no existen. De cuerpos que no tuvieron tiempo de despedirse. De cuerpos que no se sabe dónde están porque, en realidad, ya no están: desaparecieron.

Entre 1980 y el 2000, los cuerpos de más de 20,000 peruanos desaparecieron. Así afirma la data del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y de Sitios de Entierro (Renade) para referirse a una de las consecuencias más funestas del proceso de la violencia terrorista en el Perú: las desapariciones forzadas.

Frente a un escenario así de complejo, la Compañía de Ballet del centro cultural de San Marcos, por medio del Lugar de la Memoria, la Reconciliación y la Inclusión Social (LUM), apostó por el cuerpo como palabra y puso en escena la obra Desaparecidos, una coreografía contemporánea creada exclusivamente para los 50 años de esta compañía por el reconocido coreógrafo británico Royston Maldoom.

Si bien la obra se estrenó en el 2014, el paso del tiempo demuestra que el reto aún es tocar el tema de las desapariciones forzadas –es decir, la vulneración y el exterminio de los cuerpos– desde un género artístico que se centra, precisamente, en la expresión por medio del cuerpo.

DESAFÍOS

“No es una pieza fácil”, reconoce Juan Salas, coreógrafo del Ballet San Marcos y encargado de la reposición de la obra. “A pesar de que Desaparecidos se bailó por primera vez hace cuatro años, sigue siendo un desafío interpretar la forma en que la emoción afecta la corporalidad, cómo afecta la capacidad de moverse, cómo se puede expresar en la espalda, en las manos y en el modo de caminar”, sostiene.

En efecto, no es una pieza fácil. Desaparecidos inicia la escena con una despedida de parejas. Cuerpos femeninos y masculinos –en representación de relaciones amicales, familiares o sentimentales– que se juntan, se abrazan, se recogen entre sí de manera armónica y, con frustración, se despiden. “Nos está diciendo que ellos ‘tienen que irse’ –acota Salas– y que ellas se quedarán solas. En esa escena hay una pequeña sensación de resistencia a ser abandonadas”.

El público no aplaude, sabe que Desaparecidos, más que un espectáculo, es un momento de reflexión

Desde ese momento, el público empieza a ser testigo de una angustia secuencial: la de los cuerpos femeninos que sufren con desesperación por encontrar al ser querido y la de los cuerpos masculinos que temen a un verdugo al que no se ve en escena, pero que los encierra y los tortura hasta el cansancio.

VUELVE EN DICIEMBRE
Para Manuel Burga, director del LUM, Desaparecidos cumple un propósito que han venido sosteniendo las diversas poblaciones que han sido víctimas de la violencia: avivar la memoria a través de la danza. “Una obra como la que presenta el Ballet San Marcos, lo que pretende es representar artísticamente el tema de los desaparecidos, generando una suerte de reparación simbólica”. El Ballet San Marcos volverá a presentar esta pieza el miércoles 12 de diciembre, nuevamente en el Lugar de la Memoria (Bajada San Martín 151, Miraflores). Ingreso libre.

Posteriormente, entran a tallar otros elementos fundamentales para la coreografía: el juego de las luces y la musicalidad. Si bien están presentes en toda la pieza, es durante la representación del tránsito de la vida a la muerte –la tercera escena– en que cobran una relevancia que es fundamental.

A pesar de que Desaparecidos se bailó hace cuatro años, es aún un desafío interpretar la forma como la emoción afecta la corporalidad

La música de Henryk Gorecki, suave y sorpresivamente fuerte por momentos, permite que el público se identifique con esa sensación de peligro y miedo de los cuerpos en movimiento. Sin embargo, la percepción de mortalidad se debe al refuerzo visual de la pieza, la luz cenital en medio del escenario sobre los cuerpos que han dejado el estado de agitación perpetua para caer apilados, uno tras otro.

DANZA POÉTICA

“Siempre me sentí muy afectada por los testimonios del caso Manta y Vilca. Escuchar el sufrimiento de esa gente se quedó en mí y el día que reestrenamos, recordar me sirvió para meterme en el papel”, relata Vanessa Rivera, una de las bailarinas principales de la pieza. Su personaje, vestido de negro y en una constante expresión de lamento, encarna a ‘la viuda’ o ‘la doliente’. “Es la que sabe que su ser querido ya no está, pero sigue sufriendo porque, precisamente, no está y no sabe dónde”.

La última escena –quizá la más poética de la pieza– representa el duelo por medio de un personaje femenino vestido de negro: ‘la viuda’ rodea los cuerpos sin vida y se encarna la voz de una soprano en lamento para transmitirle al público el dolor que sobrepasa la interpretación corporal.

Para Salas, ese personaje también se convierte en la representación del alivio, ya que permite el reencuentro entre cuerpos masculinos y femeninos. “Relaciono esto con el momento en que, por fin, descubren una fosa común y los familiares encuentran los restos de las víctimas, lo que si bien no genera que el dolor se vaya, por lo menos les da un cierto respiro”.

Cuando las luces se apagan por completo, el público no aplaude. En la platea, la gente sabe que Desaparecidos no es un espectáculo de entretenimiento, sino de reflexión.