. VARIEDADES | Diario Oficial El Peruano
El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 574 // Viernes 18 de enero de 2019
CREADORES
# #

HISTORIAS PERSONALES

El artista y gestor cultural Martín Yépez comenta, en el contexto del aniversario de Lima, lo que significa esta ciudad como inspiración y escenario de arte. ESCRIBE:LUIS M. SANTA CRUZ # #
Martín Yépez es un rebelde. El look y el espíritu contestatario que carga son la principal evidencia de esta teoría que se confirma al poner atención en ese nombre artístico tan revelador que resulta el suyo: “Lacraza”.

Me recibe un sábado por la mañana en su taller, ubicado en la plaza San Martín, un par de pisos arriba del centro cultural a su cargo y que lleva el mismo nombre que este histórico espacio de Lima. Por la ventana, se observa una vista que muy pocos tenemos de la ciudad, desde las alturas, por encima de los peatones y de los problemas.

FOCO DE CULTURA
El centro cultural San Martín, que Yépez vuelve a abrir al público, está ubicado en la avenida Nicolás de Piérola 938. Además de las exposiciones permanentes, como “Padres de la plata”, se anunciarán próximamente talleres y ferias artísticas para todo público, especialmente para aquel que aprecia el arte en una ciudad que lo necesita a gritos.

En ese momento, está trabajando en pinturas de sus temas recurrentes. La política, la mitología nacional y la figura del provinciano se encuentran a través de sus colores e, irónicamente, también en esa urbe que observa desde su fortaleza.

Entonces, empieza a recordar que la Lima en la que creció era muy distinta. Artísticamente hablando, por lo menos. El principal acercamiento a su disciplina fueron los cómics de Spider-Man y Spawn, que no eran tan populares como ahora y que no eran vistos desde el prisma de la complejidad que han ganado con los años.

A eso, Martín le suma el privilegio de haber tenido como profesor de arte –en el colegio– al legendario mimo Juan Piqueras. “Lo vacilaban harto”, recuerda, y se pone en el lugar de ese grupo de niños que no entendía la bendición de tener al maestro hablándoles del significado escondido de las esculturas antiguas.

ESFUERZO ACTUAL

Con el pasar de los años, para él todo ha evolucionado. Los espacios artísticos promovidos por nuevos colectivos iban apareciendo con timidez, mientras los temas que alimentaban la inspiración de los creadores eran la realidad política de las dictaduras y la migración. “Lacraza” cree que esto se ha ido acomodando para convertirse en un elemento fundamental de nuestra metrópoli, algo que escapa de la visión de los artistas para pertenecer a cualquiera que se considere limeño.

Todo eso se ve reflejado en el trabajo que realizan grupos como Alto Perú, en Chorrillos, ejemplifica Yépez. Y que otras pequeñas asociaciones independientes han ido reproduciendo en El Agustino y Villa El Salvador, lugares que permanecen fuera del radar de las grandes instituciones. “Es obvio que se trata de un esfuerzo grupal, porque generar un cambio así de grande es imposible lograrlo solo”, subraya, conociendo esa dificultad en carne propia.

Los avances se perciben, además, en las culturas y subculturas –como la chicha– que, con el tiempo, han ganado el estatus que se merecen, más allá de la banalización que a veces les dan medios de comunicación que no las ven como una representación social y solo las exploran en sus características más pintorescas.

arte les han cerrado las puertas en la cara y, en ciertos casos, han ocultado sus trabajos con pintura chillona. El gobierno del “me da la gana” frustra a los artistas como Yépez, que esperan que la suerte en los próximos años sea distinta.

Y aunque todo parece que irá por mejor camino en el plano municipal, el pintor no se queda tranquilo porque “ser artista en Lima es como jugar a la ruleta rusa con dos balas”. Desde su taller, recomienda a las autoridades fortalecer la organización de festivales de cine, teatro y música, sobre todo en el Centro de Lima, y dejar que el fenómeno se expanda.

HACIA LAS ORILLAS

Sin embargo, no hay que pensar solo en el centro. “Lacraza” imagina un trabajo conjunto en las orillas del Cercado, llegando a zonas complicadas e incluso peligrosas, pero que necesitan sumergirse en el arte.

Con apoyo edilicio, para conseguir materiales e impulsar la coordinación con los vecinos, se podría “pintar de colores el cerro San Cristóbal”. Una fantasía que lo inquieta y que espera cumplir a corto plazo, si todos los elementos se alinean.

Por ahora, vuelve a mirar por la ventana. Ese paisaje le recuerda que las cosas pueden salir bien, aunque cueste demasiado, a veces, y le deja en claro que debe seguir pintando.