A este recorrido se le denominó, de manera simbólica, la Ruta de la Paz y la Reconciliación Nacional. Previa concentración, la caravana partió de la plaza de Armas de la ciudad de Ayacucho y continuó por los distritos de Quinua y Tambo, hasta llegar a la comunidad de Uchuraccay. Desde aquella fecha, la actividad se institucionalizó y se repite todos los años.
Con el mismo ánimo, hace 18 años, en el 2001, un grupo de periodistas ayacuchanos decidió hacer perdurar la memoria de los mártires con una peregrinación. Así, siguieron la ruta que hicieron Willy Retto, Jorge Luis Mendívil, Félix Gavilán, Octavio Infante, Pedro Sánchez, Jorge Sedano, Eduardo De la Piniella, Amador García y el guía Juan Argumedo.
Como acto protocolar, en la madrugada del 26 de enero, ocho periodistas y un guía partimos desde el frontis del hotel Santa Rosa –el mismo donde pernoctaron los mártires en 1983– a bordo de dos camionetas, con dirección a Toccto. Allí, con las mochilas a la espalda, iniciamos el peregrinaje.
Después de un par de horas, la fatiga y los latidos acelerados del corazón nos dieron la señal de que escalábamos uno de los picos más altos de la zona: el abra Toccto, a 4,672 metros sobre el nivel del mar. En esa cumbre, siguiendo la costumbre andina, aprovechamos para ofrecer a los apus una mesada, pidiendo la protección de los dioses para los caminantes.
En el 2001, un grupo de periodistas ayacuchanos decidió hacer perdurar la memoria de los mártires con una peregrinación
En el recorrido, seguimos caminos empinados, empapados por las gotas de agua retenidas en los tallos de los ichus que nos cubrían hasta la cintura. En los Andes, el camino se hace al andar. En tantos años, desde 1983, por falta de uso, hasta las vías de herradura han quedado cubiertas por ichu y pasto natural. Solo por temporadas esta ruta es frecuentada por algunas personas que operan en calidad de burriers para el traslado de droga.
Después de siete horas de fatigoso peregrinaje, llegamos a Huachhuaccasa, uno de los picos más altos en los alrededores de la comunidad de Uchuraccay. Este es el momento en que hasta el más exhausto grita a todo pulmón: “¡Sí se pudo!”. Desde allí descendemos hasta el antiguo pueblo de Uchuraccay, donde nos espera el calor de la población, los visitantes, autoridades, amigos y familiares de los mártires. Es el momento donde se sella el abrazo de la paz y la reconciliación. Se trata de un peregrinaje que se repite todos los años y que continuará hasta hallar justicia, en este proceso de duelo y búsqueda de la verdad. Y seguiremos hasta lograr, también, atención para pueblos alejados y olvidados, como Uchuraccay.