El Peruano
Año 4. Edición Nº 261. Jueves 28 de junio de 2018
DESTINOS
TARMA, REGIÓN JUNÍN

El valle de los colores

Bautizada por el sabio Antonio Raimondi como La Perla de los Andes, Tarma encandila al viajero por la vistosidad de su paisaje y la variedad de sus atractivos históricos y culturales. La propuesta se complementa con visitas a tiro de piedra a San Pedro de Cajas y Huagapo. Texto y fotos: Luis Yupanqui
Más datos
  • Si va para Tarma, no pierda la oportunidad de conocer el pintoresco pueblo de Acobamba y el santuario del Señor de Muruhuay. Hay transporte público y privado que lo lleva al lugar en media hora.
  • La gastronomía tarmeña sorprende por la contundencia de sus platos emblemáticos, preparados con ingredientes que abundan en la zona, como la papa y el maíz. Pruebe la deliciosa pachamanca y el cuy colorado.
  • La oferta de hospedaje en Tarma brinda alternativas para todos los presupuestos. Antes de viajar, consulte tarifas y promociones que ofrecen hoteles como Los Portales, La Florida y Santa María.
La hermosa ciudad de Tarma, en Junín, nos recibe con un sol espectacular. Ubicada a solo 6 horas de Lima, es un destino ideal para un fin de semana en familia. Fue bautizada como La Perla de los Andes por el sabio Antonio Raimondi y es uno de aquellos lugares donde se combinan flores, artesanía, paisajes y arqueología.

Luego de instalarnos en el hotel y tras un reparador desayuno, nos da el encuentro nuestro guía, José Luis Orihuela, quien nos promete un día genial. Nuestro primer destino se encuentra a siete kilómetros de la ciudad de Tarma: Tarmatambo. Este fue un importante asentamiento administrativo que formó parte del Qapaq Ñan, el mítico camino inca que unía al Cusco con Jauja.

“UBICADA A SOLO 6 HORAS DE LIMA, ES UN DESTINO IDEAL PARA UN FIN DE SEMANA EN FAMILIA”.

La actual población se ha levantado sobre los restos arqueológicos de Tarmatambo, con su consecuente deterioro. No obstante, en el lugar se puede apreciar lo importante que fue este punto para la administración inca. El Acllahuasi –monasterio de las vírgenes del Sol– muestra hornacinas en perfecto estado y allí tuvimos ocasión de presenciar un pago a la Pachamama.

San Pedro de Cajas

Dejamos este florido valle para subir a las alturas, nos vamos a San Pedro de Cajas. Este pueblo de artesanos se encuentra a 41 km de la ciudad de Tarma, se ubica sobre los 4041 m. s. n. m. Aquí se siente la altura, el aire es gélido, el azul del cielo es más intenso y el ichu de la puna pinta todos los campos de amarillo.

Antes de llegar, y bastante cerca de la carretera, podemos apreciar algunas vicuñas que se pasean libremente. Nuestro guía aprovecha para contarnos que estamos muy cerca de Telarmachay, un asentamiento rocoso donde se registran los primeros hallazgos de domesticación de camélidos. El hombre de Telarmachay sería el primer pastor de camélidos de América y el más antiguo de los ancestros de los maestros tejedores sampedranos.

Hay que agacharse un poco para ingresar al taller de Teódulo. Al fondo, sobre una especie de tendal, veo lanas de colores que –cual arcoíris– sirven de telón de fondo para Noly, la joven tejedora que no retira la mirada de su telar. Viste una chompa y una gorra de lana; la observo y se sonríe, aprovecho el momento para tomarle unas fotos. Imagino que tiene el alma llena de colores.

El frío era intenso cuando llegamos, pero el calor del hogar de Teódulo Ulloa, famoso artesano de San Pedro de Cajas, me envuelve y me arropa. Levanto la vista y sobre las vigas del taller hay mazorcas trenzadas con granos de diferentes colores, hay amarillos, naranjas, rojos y guindas. Supongo que tanto color en el entorno debe haber contribuido para que este pueblo haya sentido la necesidad de plasmar todo ese color en sus famosos telares.

A unos minutos de San Pedro se encuentra Cachipozo, dos pozas de agua salada a las que llegan las parejas recién casadas –incluso con sus trajes de novios– para dejar ofrendas de coca, chicha de jora y cigarros. Piden que el hogar tenga armonía, que nada los separe. Incluso parejas ya consolidadas se acercan al lugar para sellar su unión y jurarse amor eterno. Los pobladores explotan la sal y la limpian en una fiesta que se realiza el 4 de julio de cada año.

A Cachipozo llegan las parejas debido a una leyenda según la cual las pozas representan a dos jóvenes amantes. El padre de ella era un poderoso brujo que no les permitía casarse; y el padre de él, un cacique rival. Los novios decidieron huir y, cansados, llegaron a la fuente, tomaron de sus aguas, se quedaron dormidos y se convirtieron en sal. Desde entonces, las aguas del pozo cubren los cuerpos de los amantes.

La cueva que llora

De regreso a Tarma, nos dirigimos a la gruta de Huagapo, en el distrito de Palcamayo, sobre los 3572 m. s. n. m. El término Huagapo significa “la gruta que llora”. Al paraje se le dio este nombre debido a que del interior del cerro Racashmarca fluye, todo el año, un riachuelo de aguas cristalinas. La entrada de la gruta tiene alrededor de 30 metros de alto por 20 de ancho.

Más para conocer
  • Telarmachay es un yacimiento arqueológico situado a 8 kilómetros de San Pedro de Cajas. Allí se hallaron abundantes restos óseos de camélidos sudamericanos, lo que ha llevado a sostener que aquella zona fue el centro de la domesticación de llamas y alpacas en el continente.
  • Las excavaciones y estudios en la zona empezaron en 1974, a cargo de la arqueóloga francesa Daniéle Lavallée.
  • La laguna Parpacocha está a 30 minutos de Telarmachay. En el lugar se encontraron vestigios del paleolítico que ahora son exhibidos en el Museo del Hombre en París, Francia, así como en el Museo de Warivilca en Huancayo, capital de la región Junín.

El murmullo de la caída de agua rompe el silencio del paraje andino. Flores amarillas de retama guían el camino antes de internarnos en la gruta más profunda de Sudamérica, según Ramiro Castro, guía local que, con sogas, linternas, botas y cascos, ofrece llevarnos a las profundidades de la Tierra –hasta los 2,800 metros de profundidad que tiene la cueva– para apreciar estalactitas, estalagmitas y descubrir sus secretos.

El trayecto que lleva nuevamente a Tarma está lleno de múltiples sembríos que destacan desde la carretera. Cada parcela difiere de la otra dependiendo de la flor que se ha sembrado. Las flores ya están listas para la cosecha, algunas surtirán los mercados limeños y muchas más serán para exportación. No por gusto se le conoce a Tarma como el valle de las flores. Por todo ello, este es un destino cada vez más frecuentado por los limeños, debido a su cercanía con Lima y por ser un punto estratégico que comunica la Sierra con la Selva.

El fin de semana largo que se avecina es una oportunidad para recorrer esta ruta de flores, colores e historia. No se arrepentirá.