Necesitas solo media hora para recorrer el trayecto que conduce hasta la cascada. Pero antes debes apreciar la iglesia colonial de este distrito, considerada monumento histórico, edificada en 1836, así como la torre campana, construida con adobe, de más de medio metro de espesor.
Para llegar a la catarata no es necesario contratar guía. Todo está señalizado. Solo basta preguntar a los pobladores por el camino que lleva a la quebrada de Matala e iniciar la travesía por entre plantaciones de tunas e higueras.
Primero, irás por un sendero llano, escoltado por arbustos de color verde intenso a los dos lados. A la izquierda, el rumor del agua que discurre desde la catarata te acompañará hasta llegar a la base.
Luego de una pequeña subida, encontrarás un camino empedrado que te guiará hasta una portada de piedra, donde se encuentra el complejo arqueológico de Huanano Machay. Son edificaciones de piedra a manera de cavernas con pasadizos subterráneos. Se caracterizan por sus puertas de ingreso muy pequeñas. Estas construcciones pertenecen a la cultura Huarpa, que se desarrolló en Ayacucho.
Para llegar a la catarata es fácil. Todo está señalizado. solo basta preguntar por el camino que lleva a la quebrada de Matala.
Unos minutos más y llegarás hasta un mirador, desde donde se aprecia el valle, con sus chacras coloridas, sus plantaciones de manzanos, membrillos, paltos y florecillas de colores. Allí se respira aire fresco. Luego de esta parada solo tienes que seguir el sendero hasta la catarata.
Si prefieres la aventura, por 25 soles puedes colocarte casco y arnés para practicar rapel y deslizarte verticalmente por la parte seca de las formaciones rocosas del lugar.
Pero si tu objetivo es solo interactuar con el agradable entorno de la naturaleza, baja unos metros hasta llegar al corazón mismo de la catarata y espera tu turno para la foto de rigor, mientras las gotas menudas salpican tu rostro como una llovizna de invierno. Incluso puedes darte un chapuzón en la pequeña laguna que se forma al final de la caída de agua.
Más tarde, a la hora del almuerzo, ubica un espacio confortable entre el pasto y los arbustos y saborea el refrigerio que llevaste. Otra posibilidad es que encuentres a los pobladores de la zona que venden queso, choclo, huevo con papas y bebidas. Una vez que aquietes tu hambre, deléitate una vez más con esta sinfonía de agua dulce que nos regala la naturaleza.