El Peruano
Año 4. Edición Nº 262. Jueves 5 de julio de 2018
PROVINCIAS
LIBROS Y VIAJEROS

Por los caminos de Arguedas

Literatos, historiadores y personas vinculadas con la cultura y el turismo han organizado una serie de rutas para que los turistas conozcan aquellos lugares de nuestro país mencionados en las novelas de José María Arguedas. Texto: Hugo Grández Fotos: Yésica Quispe
Ruta literaria
  • Al ingreso del puente Pachachaca, usted puede disfrutar de un almuerzo consistente en pachamanca o chicharrones. El precio promedio es de 20 soles.
  • También puede degustar del cambray o chicha de caña. La jarra está a 4 soles. Si gusta, puede comprar diversas presentaciones de caña envasada.
  • El 70% de la narración de Los ríos profundos transcurre en la ciudad de Abancay. Fue publicada en 1958. Recibió en el Perú el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma (1959) y fue finalista en Estados Unidos del premio William Faulkner (1963).
Eliana, Evelin, Yésica y Javier decidieron develar algunos secretos que Abancay guarda entre sus calles y su cálido valle. Y fue de la mano de Los ríos profundos, de José María Arguedas, que pudieron conocer algunos de los lugares que el autor menciona en los once capítulos de esta novela, publicada en 1958.

Para ello, siguieron el relato del protagonista, Ernesto, un niño que llegó a Abancay junto a su padre, abogado, y que se identificó rápidamente con las costumbres y el idioma del pueblo abanquino.

Esta ruta se denomina “Los ríos profundos” y se inicia en la Escuela Superior de Formación Artística Pública Chabuca Granda de Abancay, ubicada en la tercera cuadra del jirón Cusco, a media cuadra de la plaza de Armas. Fue en sus instalaciones donde antes funcionó el internado dirigido por el padre Linares, donde José María Arguedas realizó parte de su secundaria.

En este mismo lugar ocurren las peripecias de los niños Añuco, Lleras y Palacitos, este último el más sensible del colegio, según refiere Arguedas en la novela.

Hacienda Patibamba

Patibamba es una de las haciendas que menciona Arguedas, dice Yésica. Y, efectivamente, es referida en Los ríos profundos como uno de los lugares donde se produjo “la rebelión de las chicheras”, mujeres productoras de chicha que se levantaron contra el acaparamiento de la sal.

Cuando el sol deja de arder, subo a las dunas, como quien pretende perseguir su luz naranja.

El patio principal de esta hacienda era más grande que la actual plaza de Armas de Abancay. Una de sus principales construcciones, aún en pie, es el trapiche. Se trata de un molino que, gracias a la fuerza del agua, movía una gran rueda que molía la caña para producir chicha de caña y cañazo.

Illanya y Pachachaca

Otro de los lugares de la novela es la hacienda Illanya. Para llegar a ella, se puede realizar un recorrido de 40 minutos a pie. Así, tras salir de Patibamba, los chicos caminan por la avenida Circunvalación hasta encontrar un camino de herradura, que fue el antiguo ingreso a Abancay.

Este camino los lleva a la hacienda Illanya, en la ribera del río Chinchichaca, donde se ubican un museo y dos iglesias. El primero alberga parte de la historia del período formativo de Apurímac. Hay fardos funerarios, herramientas, vestimentas, zapatos hechos con cuero de llama, cerámica; además, objetos de la República, como fotografías y biografías de personajes de la historia local, dice Javier. El ingreso al museo cuesta 3 soles.

De paseo
  • Para llegar a Abancay desde Lima, por tierra, toma 14 horas aprox.
  • La ruta avanza por la Panamericana Sur hasta la provincia de Nasca, de allí se dirige a la localidad de Puquio.
  • El tramo final es Puquio-Chalhuanca-Abancay. Desde el Cusco, el trayecto es de 198 kilómetros (cuatro horas).

Igualmente, se puede visitar la capilla antigua que formaba parte de la hacienda, una muy vistosa imitación de la catedral francesa de Versalles.

El puente Pachachaca, construido en 1654, es otra de las referencias arguedianas. Se trata del símbolo de la conquista española, sostenido por bases de cal y canto y que, pese a los siglos transcurridos, aún aguanta las embestidas del río que pasa bajo su estructura.

Era necesario cruzar este puente para entrar a Abancay. Por allí transitaban personas, caballos y asnos con carga. Tiene unos 36 metros de largo y 5 metros de ancho y su estructura es íntegramente a base de piedras. Allí culmina el recorrido, marcado por la memoria y el legado del más notable indigenista peruano.