El Peruano
Año 5. Edición Nº 271. Jueves 13 de setiembre de 2018

ESPECIAL
TRADICIÓN CUSQUEÑA

Lamay: Fe y festejo a Santa Rosa

La adoración a la primera santa de América, Santa Rosa de Lima, tiene ribetes de gran espectacularidad en Calcas,donde la fiesta y la danza de las comparsas tienen tanto protagonismo como el instante de la plegaria en la que se agradece la prosperidad y la salud. Texto y fotos: Rolly Valdivia
El sacerdote no se mostraba muy contento durante la misa del viernes porque varios feligreses como que exageraron el festejo la noche anterior, y, ahora, en vez de estar rezando pletóricos de fe, bostezan, dormitan, cabecean en las bancas del templo. Y si bien no podemos afirmar que durante el oficio religioso se escucharon ronquidos, es muy probable que uno u otro danzante insomne los haya emitido con desparpajo.

La enojosa situación despertaría el fastidio del párroco, quien indignado agigantaría su voz estereofónica, con el único propósito de dejar mal parado a aquellos irreverentes que se atrevían a recuperar el sueño perdido en la casa de Dios y justo en frente de la agasajada Santa Rosita, aquella hija de la Lima colonial que, por su piadosa, atormentada y milagrosa existencia, alcanzaría los altares católicos.

Y si bien no podemos afirmar que la estrategia del cura fue exitosa y serviría de escarmiento para el próximo año, lo cierto es que su inesperado examen oral sobre el orden y el significado de los diez mandamientos de la ley de Dios causó revuelo entre los somnolientos y trasnochados devotos. Ellos, como si tratara de niños poco aplicados en una clase de catecismo, balbuceaban respuestas y varias interpretaciones auténticas.

Ninguna convencía al clérigo que –si me perdonan la impertinencia– también dejaba serias dudas sobre sus saberes, al confundir, relacionar y fusionar el no matarás con el no levantarás falsos testimonios, después de culpar al demonio tecnológico de las fallas en el micrófono, ese aparato fantástico y tal vez hasta bendito que le permite propagar su voz más allá de las paredes de la iglesia Santiago Apóstol de Lamay.

La jornada es de rezos, de cohetones, de júbilo, de máscaras de narices largas y sonrisas perpetuas.

Pero el enojo amainaría al final del oficioso religioso. Y si bien no podemos afirmar si esto ocurrió por obra y gracia de Santa Rosa, la patrona de este distrito de la provincia de Calca (Cusco) o acaso sería el resultado de darse fraternalmente la paz. Lo cierto es que al término de la misa todos salieron juntos y hermanados, aunque como se evidenciaría después en la plaza y calles, con un dudoso propósito de enmienda.

Fiesta de todos

Y es que los qhapaq qolla, las mestizas coyachas, las contradanzas, las chunchachas, los qanchi alcaldes, las qhapaq negro, los chunchus rey, por mencionar solo unas cuantas de las 19 comparsas enmascaradas que en Lamay le rinden tributo y pleitesía a su manera a la primera santa de América, se ponen a bailar ni bien dejan la iglesia, aunque el señor cura-párroco-sacerdote se moleste y reniegue un poquito.

Alboroto de fe en la procesión del 30 y 31 de agosto en un pueblo que para la gran mayoría de viajeros que recorren el impactante y turístico Valle Sagrado de los Incas, es apenas una señal en el camino que sale de Pisac y enrumba hacia Yucay, Urubamba y Ollantaytambo, además de ser el punto de referencia, partida o llegada de los no muy numerosos aventureros que se animan a visitar Huchuy Qosqo, el pequeño Cusco.

Tome nota
  • Lamay cuenta con escenarios para el turismo ecológico, vivencial, arqueológico, arquitectónico y termomedicinal.
  • El viaje de Lima a Lamay por carretera tarda 20 horas. Tome la Panamericana Sur hasta Ica, Nasca, Puquio, Chalhuanca, Abancay y Cusco.
  • Por vía aérea tarda una hora y 10 minutos.

Así lo llamaron a principios del siglo XX por presentar “una distribución arquitectónica similar al Cusco”.

Antes, en la época inca, era conocido como Qaqyaqawana, el lugar donde se mira el trueno. En general, esta zona arqueológica “exhibe uno de los mejores trabajos en modulación de la topografía mediante el empleo de andenes” y en su construcción se utilizaría “material lítico en combinación con el adobe y el barro”.

Eso es lo que se lee en el Inventario de Recursos Turísticos del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo; pero, así como el día no andaba para respuestas en el templo, tampoco se preveía propicio a las lecturas y travesías pedestres hacia complejos prehispánicos (4,8 km desde Lamay). Nada que ver. La jornada es de rezos, de cohetones, de júbilo, de máscaras de narices larguísimas y sonrisas perpetuas.

Lamay se desborda, se llena de música y color, entonces, deja de ser un lugar tranquilo y silencioso. Sus calles despiertan y se estremecen. Se vuelven tentadoras, no solo para los simples mortales que alargan el jolgorio hasta el amanecer, sino, también, para la mismísima Santa Rosa. Y es que ya no hay respeto, porque cuando ella recorre el pueblo los saqras buscan desviarla de su virtuoso sendero.

Tentaciones al paso

Encaramados en balcones, ventanas y tejados, esos diablos que no lo son tanto –porque bien que rezan su padre nuestro y el ave maría– quieren distraerla estirando sus brazos. Fracasan. La santa limeña y patrona del Nuevo Mundo y las Filipinas jamás se desvía, a lo mucho mira con el rabillo del ojo a esos personajes anónimos que ocultan su identidad tras horrendas máscaras de animales salvajes.

Ruta con historia
  • La ruta: Lamay se ubica a 45 kilómetros del Cusco y a 10 kilómetros de Pisac. El transporte público parte de la calle Puputi. Está a 2,941 metros de altitud.
  • Huchuy Qosqo habría sido el lugar preferido del inca Wiracocha. Esta zona arqueológica es accesible, también, por un camino inca que parte de Tambomachay (Parque arqueológico de Saqsaywaman). En Calca, la capital de la provincia del mismo nombre, visite el sitio arqueológico de Urco, donde el primer domingo de octubre se efectúa el Unu Urco, la fiesta del culto al agua.
  • Las danzas y comparsas que se ven en Lamay, son parecidas a las que se ejecutan en Paucartambo, en la famosa fiesta de la Virgen del Carmen. Celebraciones similares se realizan también en Calca.

Qué cólera les debe dar a esos malignos personajes, cuando entre ellos irrumpe una señora con una canasta de pétalos. Sus manos los toman por puñados para luego soltarlos. Se desata una lluvia que no moja ni humedece. Es breve, pero intensa. Es conmovedora, como los pasos de cada uno de los centenares de danzantes que vuelven a su tierra a fin de de cumplir con sus creencias, su cultura y sus tradiciones.

Eso no hay que preguntarlo ni en el templo ni en el atrio. Eso se ve, se siente, se comparte con los extraños que todavía no son muchos. Será porque Lamay es, hasta ahora, un nombre que se lee a la volada en un cartel sembrado en la carretera que conduce a los principales destinos del Valle Sagrado; pero, a veces –o mejor dicho muchas veces– no es una mala idea hacer un alto en esos lugares ignorados.

Con un poco de suerte, se encontrará con danzantes y músicos, con clérigos que culpan al demonio de las fallas de un micrófono, y con inusitadas lluvias de pétalos de flores en honor a una santa o una virgen. Ocurrió en Lamay, puede suceder en cualquier lugar del Perú. Usted lo sabe. Todos lo sabemos. Solo hay que viajar para descubrirlo y vivirlo. Hay que hacerlo, hacerlo siempre.

Y si bien no podemos afirmar que ese sería un milagro de Santa Rosita, creeremos que sí, acaso para tener una razón para volver al Cusco, al Valle Sagrado, a Lamay en sus días de fiesta, de devoción y de jornadas tentadoras. Que Dios nos perdone, que Dios nos entienda.