El Peruano
Año 107 // 3ª etapa // 547 // Viernes 18 de mayo de 2018

EXPERIENCIAS
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SOÑAR EN GRANDE

Cambiar vidas por medio del deporte es tan gratificante como recibir una medalla olímpica. La futbolista Karina LeBlanc, campeona panamericana en Guadalajara 2011 y medalla de bronce en Londres 2012, visitó el Perú como embajadora de Unicef y dejó lecciones para los adolescentes y su futuro. TEXTO: CESAR CHAMAN/FOTOS: UNICEF-VERONICA LANZA # #
Sentadas en círculo sobre el pasto sintético del estadio municipal de San Luis, treinta muchachas en polos y zapatillas escuchan con entusiasmo la charla de Karina LeBlanc. Entre futbolistas, entre mujeres, conversan de todo: no solo de estado físico y estrategias de juego, sino también de la vida y sus desafíos.

Hay simpatía en el grupo. Las preguntas corren de un lado a otro y abordan temas tan diversos como la timidez en el deporte, la manera de enfrentar el maltrato en la vida diaria, la violencia evidente y la asolapada. Las respuestas de Karina fluyen entre recuerdos personales. Se percibe interés. Después de todo, no siempre se tiene la oportunidad de entrenar con una deportista de élite, como LeBlanc.

CON CARÁCTER

Como arquera de la selección canadiense de fútbol de mujeres, Karina fue campeona panamericana en Guadalajara 2011 y ganó la medalla de bronce en las Olimpiadas de Londres 2012. Y hoy es embajadora de Unicef, un reconocimiento simbólico a su trayectoria deportiva y personal que la coloca como referente de actitud de vida para niños, niñas y adolescentes en cualquier parte del mundo.

Por más de una hora, las muchachas han practicado corriendo entre conos fosforescentes –con piques cortos y trancos largos– y han revisado principios elementales sobre el control del balón, desplazamientos en cancha y precisión en los pases. Sin embargo, Karina ha reservado para el final una batería de ejercicios que no tienen que ver con la fuerza de músculos jóvenes, sino con el carácter que tendría que distinguir a las mujeres, deportistas o no.

LeBlanc toma el balón y le pide a un asistente que se lo lance a una altura adecuada para un cabezazo. Y entonces, para dar el ejemplo, salta y golpea con toda la fuerza del cuello y de su frente coronada por un penacho que le hace lucir más alta de lo que ya es. Pero no arremete en silencio: Karina grita. Y lo hace con fuerza, exhalando todo el aire contenido en sus pulmones de campeona que no se conforma con glorias pasadas. “¡Ahora, háganlo ustedes, cada una golpea y grita su nombre… con fuerza!”.

Luego me explicaría la intención de esta prueba. “En países donde las mujeres reciben trato desigual respecto a los hombres, nosotras nos hemos acostumbrado a hablar bajito –asegura–. Por eso, tenemos que aprender a hablar en voz alta; sin atropellar, debemos conseguir que nuestras voces sean escuchadas. Y eso hay que practicarlo”.

INFANCIA SIN RIESGO
En su estadía en el Perú, la embajadora de Unicef visitó también la institución educativa Sachachorro, en el distrito de Belén (Iquitos, región Loreto), para impulsar la práctica del fútbol con valores como estrategia para alejar a la niñez y la adolescencia de situaciones de riesgo. Desde su experiencia como futbolista destacada, Karina LeBlanc compartió recomendaciones relacionadas con la honestidad en el deporte y la vida diaria, la resiliencia y el esfuerzo. “La práctica del deporte como un instrumento de cambio social es muy importante porque promueve, en chicos y chicas, el valor del trabajo en equipo, la convivencia pacífica, la disciplina y el respeto. Un chico que practica deporte es más asertivo”, afirma Marilú Wiegold, funcionaria de Unicef.
“Tenemos que aprender a hablar en voz alta; sin atropellar, debemos conseguir que nuestras voces sean escuchadas”.
CONFIANZA PROPIA

Las chicas inician el ejercicio, pero no todas siguen las instrucciones. Han venido de tres lugares distintos y entrenan con un comprensible instinto gregario, solo con las que llevan el mismo color de uniforme: el colegio El Nazareno y los clubes Sporting Cristal y Green Valley. Karina se acerca a cada pareja y, en su entusiasta espanglish, repite: “¡Gritar… Aloud!”.

El último ejercicio sería una prueba de apertura. “¡Ahora, formen parejas con chicas de otro grupo!”, les pide LeBlanc. Las jovencitas alternan ubicaciones, se sientan espalda con espalda con futbolistas que hasta ese momento no conocían y, a la señal de su entrenadora, se ponen de pie en un segundo, se miran a los ojos y se abrazan con alborozo, como si hubieran metido un gol en la final de una copa del mundo.

Parece sencillo, pero no lo es. En una sociedad de brechas y competencia salvaje, abrazar a un desconocido, estrecharle la mano, dirigirle siquiera una palabra, puede resultar una misión imposible. La confianza se trabaja –dice Karina–, y más allá del fútbol, tenemos que aprender a confiar en nosotras mismas y en quienes comparten nuestras metas e ideales.

ILUSIÓN Y TRABAJO

En Canadá, la embajadora de Unicef ha creado una fundación cuyo propósito es inspirar mediante el deporte a los líderes del futuro. “Lo más difícil de trabajar con adolescentes de países con brechas notorias –como el Perú– es la autoestima y la confianza en el potencial propio”, explica. La tarea es compleja. Basta observar algunas estadísticas sobre infancia y adolescencia para tener una idea clara de los orígenes de estos desfases: en nuestro país, 8 de cada 10 adolescentes afirman que han sido víctimas de violencia alguna vez en su vida; y, cada día, cuatro adolescentes entre 9 y 13 años dan a luz a su primer hijo. Un lamentable autogol a estadio lleno.

“El último ejercicio sería una prueba de apertura. ‘¡Ahora, formen parejas con chicas de otro grupo!’, les pide LeBlanc”.

LeBlanc termina la práctica con una reflexión sobre la potencia de la autoestima. Les pide a sus pupilas de esta mañana soleada que sueñen en grande y trabajen intensamente para alcanzar sus propósitos. Recibe una camiseta rojiblanca como regalo y se la pone de inmediato para una foto grupal que irá a su cuenta de Instagram. Y como en la final de los Panamericanos del 2011, como el día en que subió al podio olímpico de Londres, se marcha sintiendo que hoy, en un barrio de Lima, al tocar las vidas de un grupo de adolescentes peruanas, también ha triunfado.