El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 552 // Viernes 22 de junio de 2018
ESCENARIOS
# #

CONFESIONES TEATRALES

Parte del elenco de la obra teatral Corpus Christi se toma un descanso antes de una función para comentar lo bueno y lo malo que pueden observar desde el escenario al momento de actuar. ESCRIBE: luis m. santa cruz # #
Corpus Christi es una obra que reta a cierto sector del público más conservador ante temas que involucren a la comunidad LGTB y la religión. El texto original de Terrence McNally, que hoy dirige David Carrillo, hace un paralelo entre la vida de un joven homosexual discriminado por una sociedad intolerante y el legado de cierto profeta bastante conocido que murió crucificado hace dos mil años, víctima de un odio similar.

Es un proyecto complicado, que demanda mucha energía emocional. Por eso, creo que al elenco le pareció un alivio poder sentarse a tomar un café y conversar faltando apenas una hora para la siguiente función. Olvidarse por un momento de todo, con una dosis de cafeína con leche.

Pedro Pablo Corpancho, José Dammert y el mismo Carrillo –que en esta ocasión también ocupa un rol de actor– me acompañan en una de las mesas de la cafetería de la casa cultural Mocha Graña. El vínculo entre ellos se percibe muy profesional y, al mismo tiempo, bastante paternal en relación con David, lo que tiene sentido si tenemos en cuenta que ambos ya han trabajado con él anteriormente y ha terminado asumiendo un papel natural de maestro.

SILENCIO Y ESTALLIDO
Es probable que los niños sean los más susceptibles a ignorar el juramento de silencio al comenzar una función de teatro. Pedro Pablo Corpancho se ha enfrentado a los gritos de chicos que le piden hacer o no una acción determinante para la obra. Y no los puede ignorar, porque sabe que solo crearía frustración. Además, uno no quiere que el público se moleste. El actor ha tenido que ingeniárselas. Además de romper la cuarta pared, ha llegado a hacer que sus personajes sean melómanos que siempre están con los audífonos puestos. De esta forma, los niños no sienten su indiferencia como un desafío.

Los tres muestran las señales del ajetreo natural de la primera semana de función y coinciden en que la obra se ha terminado de armonizar con la presencia de un miembro importante del equipo: el público. El trío reconoce el valor fundamental del respetable y comienza a enlistar una serie de anécdotas bastante peculiares. Cabe decir que ninguno ha empezado todavía con su taza de café.

EN VOZ ALTA

Corpancho viene del mundo de la improvisación y el teatro infantil, por lo que sabe que las reacciones que vienen desde las butacas son completamente importantes. Su “reacción favorita”, por decirlo de alguna forma, es ese momento trascendental en que un individuo está tan sumergido en la realidad del relato que no puede evitar hablar en voz alta. Ya sea un grito de sorpresa o una exclamación ahogada, el actor siente placer cuando ha logrado involucrar a los presentes, al punto que el público se olvide de esa promesa de no hablar que se hace al comenzar la función.

FALSA IMPORTANCIA

David Carrillo es un poco más agrio y trae a flote lo que él define como “la eterna terquedad del celular”. A pesar de sus años de carrera, sabe que nunca va a acostumbrarse al maldito sonido robótico y a la bendita luz blanca que interrumpen el progreso natural de un montaje.

“Todos esperan la llamada de alguien diciendo que te necesita, que está pasando algo y te lo estás perdiendo”.

Más que una equivocación, el hombre de teatro ya lo percibe como una actitud agresiva e irrespetuosa. Enumera, entonces, las alternativas que varias salas de teatro han tomado al respecto, que van desde el clásico mensaje que te recuerda que debes apagar tu teléfono o la presencia de asistentes dedicados específicamente a ayudarte a apagar o silenciar tu equipo. Nada funciona.

Surge entonces una teoría y es que ahora todos se sienten importantes. “Todos esperan la llamada de alguien diciendo que te necesita, que está pasando algo y te lo estás perdiendo”. Lo peor es que no hay una solución y solo queda entrar a cada función esperando que esta vez no se escuche ningún ringtone.

CONTINUACIONES

Las experiencias que destaca José Dammert son diferentes y da un ejemplo preciso. En la primera función de Corpus Christi, una pareja de ancianos estaba en primera fila. La mujer miraba hacia el suelo, probablemente incómoda con una escena fuerte del relato, mientras su esposo la tomaba de la mano con cariño.

El actor no podía dejar de imaginarse todo lo que pasó después. ¿Habrán hablado de la obra al llegar a casa? ¿Habrán conversado sobre aquello que le resultó molesto en el carro o fueron todo el camino mirando por la ventana?

Dammert se enamora del proceso de algún miembro del público que, por algún motivo, termina llamando su atención. Mira a sus compañeros para ver si ellos coinciden y responden al unísono: “A veces pasa”.

El café se terminó y ya falta poco para comenzar la función. Corpus Christi irá hasta el 15 de julio en la casa Mocha Graña (Av. Sáenz Peña 107, Barranco). Antes de que ellos pasen a los vestidores y yo ingrese a la sala, me recuerdan amablemente que apague el teléfono. Obviamente, lo hago.