Alguien grabó su poética microbusera y subió el video a la red, bautizándolo para siempre como el “Escritor de los Buses”. La descripción del clip indicaba que Elvis se subía a los carros para vender su libro de cuentos, Viqui Victoria, y, así, juntar dinero para viajar a Europa, exactamente a Luxemburgo, donde se realizaría una feria literaria a la que había sido invitado.
La grabación se propagó con virulencia por las redes, saltó a la televisión y se convirtió en un hito editorial, Herrada recibió llamadas de decenas de limeños deseosos de leer su narrativa. Y también de apoyar a un compatriota en la realización de sus sueños.
El mapa de Lima se llenó de puntitos rojos en donde entregar los pedidos. Moverse por los extremos de la capital suponía una labor extenuante, pero su oficio de periodista ya lo había curtido en esa constante peregrinación en busca de la noticia. Viqui Victoria se pergeñó en ello, en el camino, en la mitología construida por los mismos personajes de la crónica roja que Herrada conoció durante sus revisiones al hampa, y cuyos relatos orales, paradójicamente, eran más afines a la ficción que a la verdad que exige la prensa.
En la tradición de Oswaldo Reynoso, que llevó a las bibliotecas esa Lima marginal de los 50, vasta de coloquialismos y cebollas, Elvis usó su punta filuda para tejer una estética callejera siglo XXI. La sordidez de su creación atrajo a cierto público que reconocía a esas criaturas poco habituales en la literatura contemporánea del Perú.
“Elvis no podía defraudar a sus nuevos lectores, y en ese trajín se dio cuenta de que la recompensa del artista estaba más allá de los billetes”.
[Conduciendo su cochambroso Volkswagen, el autor de 39 años cruzó la capital como si fuese un repartidor de historias a domicilio. Aunque el dinero de la venta se le fuera solamente en combustible, Elvis no podía defraudar a sus nuevos lectores, y en ese trajín se dio cuenta de que la recompensa del artista estaba más allá de los billetes].
Con su “vocho” llegó hasta Carabayllo, donde un carpintero esperaba intrigado al escritor que había hecho que su hijo adolescente se interesara por la literatura, específicamente en el cuento del “niño rata”.
Después de Carabayllo, el Volkswagen azul gambeteó el tráfico limeño y se estacionó en San Isidro. Una casa lujosa fue el escenario donde una señora donó 100 dólares para que el “Escritor de los Buses” hiciera un viaje aún más largo, de 18 horas, a Europa Central.
“Mi hijo también quería ser escritor, como tú”, le dijo ella. El verbo en pasado desconcertó a Herrada. En un mundo de pocos lectores es quizá una decisión saludable renunciar a la pluma. Lo dijo el laureado –póstumamente– Roberto Bolaño: “Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura”. Elvis Herrada pelea. Y su lucha simboliza la voluntad literaria de quienes se suben a los ómnibus para vender libros, así como otros venden sus golosinas y chucherías para sobrevivir.
Un policía de Villa El Salvador fue otro de sus variopintos clientes. Este se interesó por el glosario incorporado en Viqui Victoria, lleno de jergas extraídas de la prensa chicha. El oficial quería inocularse la idiosincrasia de los personajes de Herrada y, así, acercarse parcialmente a las organizaciones criminales.
De acuerdo con el “Escritor de los Buses”, su narrativa se puede disfrutar por mero placer literario, pero también como un documento de uso funcional. “Los gobernantes y la gente que no está acostumbrada a salir de su confort pueden ver cómo se vive en otros barrios de Lima y también por qué se da la delincuencia”.
El cuentista Cronwell Jara coincide con él, y en el prólogo a Viqui Victoria dejó la puerta abierta: “Ingresen a estos cuentos y empápense de realidad, beban con su gente, hagan lo que ellos hacen y sepan de una vez cómo se sufre ser peruano en un barrio eternamente olvidado por no facilitarle educación al día, trabajo y salud y bienestar para quienes quisieran trabajar, ser buenos seres humanos y que no pueden lograrlo”.
La estrategia marketera de los buses funcionó, tal vez “salir adelante” es un leitmotiv potente que identifica a los peruanos que la sudan por un futuro mejor y que incluye, en este caso, a esa subespecie de escritores locales,los que también la “sufren” como ellos, y de ahí el vínculo. Gracias a los compradores del libro, y a la bondad de un empresario que asumió el costo de los pasajes, Elvis dejó las rutas de Lima y voló a Luxemburgo, llevándose consigo al turbio vecindario de Viqui Victoria y a los singulares Galán y Suavecito, entre otros, para darlos a conocer en suelo europeo.
Herrada le dio vuelta al cliché. Desde su experiencia, el mejor amigo de un peruano es otro peruano. En épocas mundialistas, más de 30 millones de corazones blanquirrojos pueden caber en un ómnibus. ¡Pisa, bróder!