En su cocina, el chef no se cansa de innovar. Combina una cosa y otra, calcula el tiempo de cocción y agrega cremas. Unas veces resulta algo del gusto de la clientela; otras, no. Entre sus últimos ‘goles’ culinarios están el “Huaytapallana” y “Huancamaki”, unos makis que encontraron en la trucha el insumo perfecto para fusionar la magia de la cultura oriental y el convincente sabor huanca. Su nombre es Jean Paul Kanashiro, huancaíno, orgulloso descendiente de la migración japonesa que desembarcó en el Perú hace más de un siglo.
La historia de la comunidad nikkei en Huancayo empezó hace alrededor de 90 años, cuando más de doscientas familias japonesas llegaron a esta ciudad con el propósito de empezar a tejer una nueva historia.
Su vida ha estado llena de tránsitos. El primero fue el que los llevó de un continente a otro; el de trabajar primero en el campo y, después, conquistar las calles con sus negocios; y el de empezar como una comunidad cerrada hasta llegar a saberse tan huancaínos como los demás, sin olvidar sus orígenes.
“Su propósito principal es mantener la unidad de la comunidad nikkei, revalorando sus raíces y fortaleciendo su identidad”.
En la actualidad, son poco más de 2,000 los descendientes de los issei, los japoneses de esa generación que fue la primera en llegar a la zona central del Perú. Los de la segunda generación son los hijos, llamados nisei; los de la tercera, los nietos, sansei; y los de la cuarta, los bisnietos, llamados yonsei. Sin embargo, para no confundir, a todos los herederos del Sol Naciente se les conoce como nikkei y residen principalmente en Jauja, Huancayo, Concepción, La Merced y el norte de Ayacucho.
De todos ellos, unos 200 están organizados en la Asociación Peruano Japonesa de Huancayo, la segunda organización de este tipo en el Perú y que es presidida por Tomás Takagi. Su propósito principal es mantener la unidad de la comunidad nikkei, revalorando sus raíces y fortaleciendo su identidad.
Una de sus principales tradiciones es la celebración del undokay, una cita de confraternidad abierta a todo Huancayo que se realiza cada 1º de mayo. Es el principal espacio para el encuentro de la comunidad, una fiesta del oriente en el corazón de Huancayo.
Otra costumbre arraigada y vigente es un sistema propio de ahorros, llamado tanomoshi, con cuotas mensuales fijas y que sirve como fondo rotarorio para beneficiar a todos los participantes.
Dicen que los nikkei huancas son bastante emprendedores. Y debe ser cierto porque muy pocos trabajan como dependientes. Sus negocios son hoteles, restaurantes, cafeterías, casinos y comercios en general. Y, ojo, son reconocidos como laboriosos, honrados y leales.
Hace unos años se construyó el mausoleo de la Asociación Peruano Japonesa en el Cementerio General de Huancayo. Su diseño está inspirado en la arquitectura oriental y tiene capacidad para recibir a 300 de sus asociados, cuando ya no estén entre nosotros. Lo que hace falta es que la Beneficencia Pública de Huancayo autorice que los restos de los nikkeis enterrados en los nichos del cementerio sean cremados y sus cenizas trasladadas al mausoleo.
Pero mientras esperan la decisión final, en la cocina del Daruma Jean Paul continúa experimentando con la fusión huanca-nikkei para lograr platos del gusto de sus comensales huancaínos. Y en una esquina del local, su madre, doña Yuriko Maeshiki, sigue mostrando a los clientes los insumos que sustentan la comida japonesa. El viejo árbol que germinó en Oriente hace más de cien años ha echado raíces firmes en el bello territorio huanca.