Algunos niños juegan tirando una pelotita de trapo hacia una torre de latas de leche. Al costado, una niña salta la soga. Y, al extremo, una familia canta y toca tamborcitos entre carcajadas.
Es mediodía del primer domingo del mes. Los curiosos se dan cita para recorrer la ‘huaca de Huaycán’. Algunos esperan sentados bajo la sombra de una carpa, otros optan por jugar, y unos pocos preferimos contemplar el espacio en su tiempo.
El palacio es la única construcción restaurada hasta hoy; el crédito es para Arturo Jiménez Borja. Los terrenos colindantes forman una gran planicie seca y pedregosa. Hacia la periferia de la zona arqueológica, un basural perenne preocupa a un grupo de jóvenes afanosos por preservar el palacio. El área protegida no contempla la incredulidad de algunos habitantes.
El palacio se ubica en las faldas de un cerro que fue importante para los antepasados. Quizás un dios más. La edificación, con formas geométricas, se camufla en la tierra. El ingreso a la huaca es por medio de un largo pasadizo con altas paredes que solo dejan ver el cielo despejado de aquella tarde. Una se siente pequeña frente a los altos tapiales de adobe. Todo es un laberinto de muros y escaleras que conectan habitaciones. Poco a poco llegamos al corazón del palacio yshma siguiendo estrechos pasadizos que solo permiten caminar en fila.
Luis Carrasco es uno de los voluntarios para nuestra visita guiada. Nos dirigimos a una habitación con ‘huecos’ de más de cuatro metros. Se trata de los depósitos de alimentos cultivados en la zona: maíz, zapallo y ají, entre otros. El palacio cumplió la función de un centro de almacenamiento, pero también de administración de los señores yshma.
El colectivo Huaycán Cultural es un grupo de voluntarios que promocionan la visita a la zona arqueológica. La mayoría son jóvenes estudiantes y habitantes de Huaycán.
“Nosotros notamos la existencia de la huaca, pero estaba toda descuidada y no vimos ningún interés de las autoridades por protegerla. Así que pedimos los permisos al Ministerio de Cultura para hacer recorridos mensuales por el palacio. En agosto del 2017 los iniciamos con las visitas guiadas a la huaca. Poco a poco se interesaron más personas y así fuimos creciendo como colectivo”, explica Lucero Solano, una de las fundadoras del grupo.
“Queremos compartir el ideal de que los habitantes se enamoren del entorno en que viven para que, así, puedan cuidarlo”.
La preservación de la zona arqueológica y la conexión cultural de la comunidad de Huaycán con el sitio es uno de los pilares de este proyecto. Mediante las visitas buscan fortalecer la identidad de los habitantes con el espacio histórico que los rodea. “Queremos compartir el ideal de que los habitantes se enamoren del entorno en que viven para que, así, puedan cuidarlo”, cuenta Solano, muy entusiasmada.
La participación de los niños es numerosa. Cada domingo, la visita guiada se acompaña con actividades lúdicas: un poco de música, pintura, teatro y payasos voluntarios.
“Tratamos no solo de explicar los usos prehispánicos de la zona arqueológica, sino también de contar los diferentes usos que este lugar tuvo en el tiempo. En la época republicana, por ejemplo, sirvió como cementerio. O también relacionarlo con la fundación de la actual comunidad de Huaycán, para que entiendan que no es un lugar muerto. Y que hoy en día estamos reviviendo la zona arqueológica”, declara.
Un recorrido de cerca de una hora y una riqueza informativa sobre la historia de los yshma es lo que nos llevamos los visitantes y curiosos, gracias a la iniciativa y el trabajo voluntario de jóvenes comprometidos con su comunidad.
Por unos minutos, recorrimos el palacio de la cultura yshma. Ya no es más un recinto administrativo, no hay curacas ni sacerdotes a quienes hacer reverencia. Tampoco colcas rebosantes de alimentos, mucho menos el dios Pachacámac. Ahora es una huaca más de tantas otras, pero el palacio existe aún en la historia y en el tiempo.