El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 557 // Viernes 10 de agosto de 2018
CREADORES
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LA EDAD DE LAS LETRAS

Las ficciones infantiles han evolucionado con el tiempo, prueba de ello son la prosa y la temática del joven autor peruano Abraham Carbajal. Sin caer en la moralina, el escritor plasma conflictos que estimulan el juicio crítico de sus pequeños lectores. escribe: LUIS FRANCISCO PALOMINO # #
Cuando Abraham Carbajal, con su metro setenta y pico de estatura, se sienta en una mesita de guardería, la escena lo describe: es un autor de 29 años que retorna a su niñez para inventar ficciones de literatura infantil.

Rodeado de crayolas, este joven premiado en la sétima Bienal de Cuento para Niños del Icpna sublima su pulsión de desarmar objetos –le fascinan los elementos pequeños que componen un todo– por la articulación de cientos de caracteres que se transforman en historias de fácil lectura, no carentes de profundidad.

Al estilo minimalista de Raymond Carver –“puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más”–, el también poeta Carbajal trabaja palabra por palabra su narrativa y no evade la responsabilidad social del artista al abordar –muy disimuladamente– problemas como la trata de personas, la explotación laboral y la deshonestidad, que, sin moralina, estimulan el juicio crítico de sus pequeños lectores.

Esa libertad temática le ha suscitado algunas reuniones con padres de familia preocupados por su prosa realista. Con todos ellos, en el colegio donde enseña, Carbajal compartió la misma fábula que escuchó personalmente de los labios de Oswaldo Reynoso: el drama de un rey que impedía que su hijo traspasase las barreras de su castillo para evitar que conociera los males del mundo. El nudo aprieta cuando el príncipe escapa, y vaga sin saber cómo enfrentarse a la realidad.

En ese sentido, Carbajal rehúye a los idealismos caricaturescos y apuesta por el entramado de espacios semejantes a la vida –el medio rural y la urbe, por ejemplo–, que en el mejor de los casos prepararán a los menores ante las contingencias de la adultez. En su faceta de maestro, también ha conocido cuáles son las inquietudes de los niños y hasta le ha tocado responder a situaciones como: “Profesor, ¿qué es la violación?”.

CIELO Y UNIVERSO

“No hay que subestimar a los niños, pero hay que saber cómo explicarles las cosas”, dice Abraham, mientras firma sus libros y se fotografía con sus seguidores en la Feria Internacional del Libro de Lima. Al igual que sus pupilos, Carbajal también tuvo interrogantes durante sus abriles de inocencia. “Yo volvía del colegio a mi casa de El Agustino, y casi siempre me cruzaba con vecinos que me contaban que a los chicos del barrio los habían metido presos, y no entendía por qué les pasaba eso”, dice el escritor.

“No hay que subestimar a los niños, pero hay que saber cómo explicarles las cosas”, dice Abraham, mientras firma sus libros.

Definitivamente, si hay algo que identifica a los infantes, es la curiosidad.

Años más tarde, durante sus estudios de filosofía, Abraham se tiraba en los pastos de la Universidad de San Marcos y solía mirar las nubes como si fueran sus sueños. Uno de sus amigos, atento a su imaginación, le decía: “Mientras todos vemos el cielo, tú estás contemplando el universo”. Para ese entonces, Carbajal ya hacía algunos experimentos en el laboratorio instalado dentro de su cabeza. Y en el 2013 los tubos de ensayo dieron como resultado el poemario Espejismo natural. Por si fuera poco, ese año también fundó con unos amigos la revista literaria El Bosque.

FIEBRE LITERARIA

A inicios del 2016, una enfermedad tumbó a la cama al poeta. A los días, aún con la cabeza afiebrada, Abraham se puso de pie y fue a la cocina por un té. No se sentía bien, eso le indicaba su cuerpo tambaleante, y al recoger el azucarero de la mesa sintió un intenso mareo que le quitó el equilibrio, y al piso cayeron algunos granitos dulces. Su prima contempló la escena y trató de auxiliar a Abraham, quien, ensimismado, preguntó: “¿Te imaginas qué pasaría si te quedases encerrada en un grano de azúcar?”.

“Mi prima me dijo que estaba loco, que hablaba tonterías, pero un rato después lo pensó y me dijo que era más factible que una persona quedara encerrada en un grano de arroz”, relata Carbajal.

Y esa fue la inspiración para su cuento “El niño que vivió en un grano de arroz”, que escribió a mano –su laptop la había despiezado–, y que a fines del 2016 obtuvo un segundo lugar en la Bienal de Cuento para Niños del Icpna. Con una prosa ágil, Carbajal relató las peripecias de Vasco, un niño a quien nunca le faltan preguntas para sus padres, y cuya mudanza a la ciudad pone a prueba la fortaleza de sus valores. ¿Una catarsis?

Ahora, el adulto de saco mostaza que vive en un mundo infantil se reincorpora, deja atrás las crayolas, y vuelve a perderse entre miles de personas de su misma estatura, que alguna vez también habitaron ese planeta lleno de signos de interrogación.