En esencia, el surrealismo es cuestionador porque parte de nuestro inconsciente, al cual no tomamos en cuenta con frecuencia.
Pero no toda jornada nocturna es inspiradora en sí misma, observa el pintor. Sí lo son el silencio y la soledad, aquello que dispara la reflexión y crea momentos propicios para crear piezas oníricas, genuinas, como es su costumbre.
Inspirada en el poema ‘Al alba te amo’, del poeta surrealista Paul Éluard, la colección de Vásquez fluye entre personajes fantásticos, los cuales invitan a transitar por otros mundos de manera lúdica y reflexiva.
Los versos de Éluard señalan el camino para los trazos y los volúmenes de Vásquez: Toda la noche te he contemplado / Tengo que adivinarlo todo me siento seguro en / las tinieblas. “La noche –dice el pintor– abre puertas de mundos extraños que contribuyen al diálogo con la obra. En mi caso, la noche resulta más fascinante porque puedes ver los amaneceres”.
Tras varias muestras individuales y colectivas previas, Tengo toda la noche en las venas resume la esencia del artista jaujino, que creció contemplando la oscuridad durante su niñez y topándose con las fantasías que aparecen cuando la mayoría duerme. “Siempre me impresionaron el misterio y el descubrir esas atmósferas, la contemplación de las formas que se creaban en las noches de luna, el caminar y ver las rocas, las plantas y los cerros formando figuras extrañas, proyectando atmósferas surrealistas”. Y si bien el joven Lennin no las entendía del todo, sí las disfrutaba a su manera.
“Otro episodio importante para mí fue el encuentro con el cine –recuerda Vásquez, al pie de un cuadro que muestra seres alados, cubos flotantes, prominencias antropomórficas–; ver películas en blanco y negro emergiendo como una luz potente desde un proyector de 35 milímetros fue algo que me impresionó muchísimo”.
Lennin Vásquez ha preparado un discurso creativo y aleccionador en catorce piezas plasmadas de surrealismo. Los protagonistas de estas historias parecen extraídos de la ficción; sin embargo, conviven con nosotros, pero en distintos escenarios. “En esencia, el surrealismo es cuestionador porque parte de nuestro inconsciente, al cual no tomamos en cuenta con frecuencia, aun sabiendo que nos gobierna”.
Y sin pretensiones de aconsejar, el artista comenta: deberíamos cuestionarnos más. A diferencia de la razón y la lógica, el surrealismo irrumpe en una sociedad demasiado estructurada y contribuye a dar miradas esenciales y a poner en tela de juicio asuntos no solo de forma, sino también, principalmente, de fondo.
Los lienzos de Vásquez exhiben un mundo dominado por formas animales y humanas, con rasgos de lechuzas, aves e insectos. Especies marinas también se manifiestan en sus personajes, semejantes a criaturas mitológicas. Estos seres conviven en un intento de naturaleza alterna, un mundo distinto al del humano común y corriente. La casa de la Luna y Juego de roles, por ejemplo, son pinturas en las que se aprecia la manera en que estos entes oníricos habitan sus planos paralelos con misticismo.
En palabras del artista, esta serie de catorce piezas fluctúa entre la fantasía y la distopía, y refleja los procesos y carencias de la humanidad, que se empeña en destruir la naturaleza. “El hombre no se da cuenta de que vivimos en un mundo mucho más grande, al cual pertenecemos. La presencia de la lechuza en mi obra es recurrente, pues, para mí, es un animal que observa, un guardián nocturno, un testigo de sucesos diversos, el que medita y reflexiona”. Es la representación de lo más elevado del ser humano: los sueños, los ideales.