El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 561 // Viernes 7 de setiembre de 2018
LETRAS
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LA REALIDAD IMPUGNADA

En la mirada del escritor Luiz Carlos Reátegui, retratar situaciones como la exclusión y la indiferencia desde un relato es una manera de cuestionarlas en sus dimensiones cotidianas. El papel de la literatura –dice– es mostrar sin moralejas. entrevista: esthefany molina # #
El escritor Luiz Carlos Reátegui del Águila (Iquitos, 1985) publicó la segunda edición de su libro Prohibido besar a las cholas (Mesa Redonda, 2018) en la reciente Feria Internacional del Libro de Lima. Once cuentos independientes en los que se reflexiona sobre el aborto, la trata de personas, la relación conflictiva entre padres e hijos y, sobre todo, la discriminación. El nombre de su libro se debe a un cuento del mismo título, que ganó el premio Planeta Cuba.
El título de su libro –Prohibido besar a las cholas– lleva a pensar en historias centradas en el racismo; sin embargo, la temática de sus cuentos supera esa frontera.

–Es verdad. En el Perú, así como hay discriminación social, existe también exclusión académica, familiar, económica. Discriminamos al tío que no tiene plata, al primo que no llegó a hacerse profesional, a la persona que “no se viste bien”, según los estándares comerciales.

De alguna forma, lo que recogen los cuentos es la discriminación desde ese punto de vista amplio. El clásico ‘Te saco la vuelta porque no te arreglas’ denota un afán por sentirse superior en función de una inferioridad atribuida a los demás. Siempre hay alguien encima del otro por alguna razón: piel, estudios, dinero, sexo.

Sus cuentos parten de situaciones de la realidad social peruana. ¿Emplea la literatura para pronunciarse sobre asuntos polémicos?

–Tener un personaje te da una historia. Cada uno de mis personajes tiene vivencias que se conectan con la realidad peruana. Esa era la intención: escribir historias y no solo desarrollar temas. No obstante ser un libro con once cuentos independientes, todos tienen un hilo conductor que es el rechazo o la indiferencia.

Lamentablemente, acá te ves obligado a escoger una de esas dos posiciones. Y la literatura sirve para escribir sobre esos temas sin juzgar las cosas como buenas o malas. La buena literatura muestra sin moralejas.

Si observas con deteni-miento, puedes encontrar historias en la calle, en los semáforos, en los mercados, en todos lados.
¿Traza una línea de empatía entre el narrador y sus personajes?

–Los quiero y sigo pensando que son independientes del autor. Ellos se escriben solos, tienen su propia historia y experiencia. Claro que hay un cariño y una cercanía, pero son totalmente independientes. El autor debe ser solo un intermediario para que la historia exista.

¿Se siente cercano a estas historias? No son pocos los autores que consideran que en todo relato hay algo de autobiográfico.

–Hay chispazos de realidad producto de lo que he vivido. Se contrabandea la discriminación por medio de un chiste que la gente celebra o la indiferencia absoluta al otro. He vivido experiencias de ese tipo y las he querido plasmar. En la calle he visto rechazo por la gente que está vendiendo o mendigando en los semáforos.

Precisamente, escribí un cuento titulado Caramelos, que refleja esta realidad. Estas historias son contadas desde la sinceridad, la empatía y la observación del otro.

En todo caso, ¿diría que la observación es su característica?

–Antes de escribir algo, necesariamente debes sentarte a observar el mundo. Esto me lo dijo Marcos Giralt, el escritor español que vino a la feria del libro, cuando le pregunté de qué manera influyó la pintura en su narrativa. Y él me respondió: “Viendo a mi papá cómo pintaba entendí que antes de aprender a escribir hay que aprender a mirar”. Y es cierto. Es importante hacer una pausa para contemplar lo que sucede a nuestro alrededor.

Estamos muy apurados en producir como resultado de la competencia exacerbada que nos impone el mundo moderno. Si observas con detenimiento, puedes encontrar historias en la calle, en los semáforos, en los mercados, en todos lados. Muchas veces somos indiferentes a esas historias.

¿Hay indolencia en la sociedad peruana respecto a estas realidades?

–Sí y no sé si se debe a que la indiferencia está enraizada en nuestra cultura. Pero sí, es evidente que existe una normalización de estos hechos porque ocurren tan a diario que la indolencia va ganando terreno.

Estamos muy acostumbrados a vivir y ver hechos de violencia y rechazo. La idea es impugnar esa realidad con cuentos de este tipo. Que la literatura sirva para eso, para conectar con el otro.

¿Y tiene respuestas para explicar el porqué de esa indiferencia?

–En provincias la gente es más empática, se solidariza con el otro y hay una indignación social. Sin embargo, en Lima ocurre todo lo contrario, aun cuando la mayoría de la población limeña es provinciana. No lo entiendo.

De pronto, estamos en Lima y automáticamente nos desconectamos del otro. Dejamos de ver y solo seguimos.