En coincidencia con los sesenta años de Los ríos profundos, una fotografía de bodas con Arguedas como padrino y que por primera vez se publica, da cuenta de la influencia que tuvo el amor –en sus múltiples manifestaciones– en la vida de uno de nuestros grandes escritores, alguien que, como se sabe, quedó huérfano de madre a los dos años y tuvo a un padre casi siempre ausente.
De este modo, puede decirse que su vida estuvo marcada no solo por una depresión permanente y la neurosis, que lo llevaron a intentar el suicidio, en 1969, sino también por las relaciones de pareja, a veces serenas y otras veces tormentosas, que tuvo en sus 58 años de existencia. Este aspecto, que se plasma también en su literatura, bien podría ser llamado “los amores profundos”. O, más puntualmente, “Arguedas, imagen de un padrino de bodas”.
Esto último, a raíz de que una pareja, compañeros de trabajo de Arguedas, le pidiera ser el padrino de su boda. El escritor aceptó y se preparó para la ocasión. Para lo que no se alistó fue para la toma de la imagen en pleno brindis, en la que aparece risueño, pero con los ojos cerrados mientras las otras diez personas miran a la cámara. Como también se observa, la novia está feliz tras la ceremonia. En la imagen no hay nada de ficción.
Esta fotografía de matrimonio me la entregó un amigo de las personas que aparecen en la imagen. La entrega se realizó mientras yo visitaba el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, en Pueblo Libre. Este amigo alcanzó a decirme que la foto era una reliquia de un círculo de admiradores de la obra de Arguedas.
Arguedas participaría en otras dos bodas, en ambas con él como protagonista. El 30 de junio de 1939 se casó con Celia Bustamante Vernal, cuyo matrimonio duró hasta 1965. Y el 13 de mayo de 1967 se casó con la chilena Sybila Arredondo, a quien conoció en un viaje que hizo al país sureño.
Sobre la relación que sostuvo con ambas, el antropólogo José Matos Mar (1921-2015) manifestó, en el 2011, con ocasión del centenario del nacimiento de Arguedas, lo siguiente: “El matrimonio lo alteró definitivamente porque rompió el lazo de una mujer como Celia. Las hermanas Bustamante eran mujeres muy especiales en Lima, amantes también del arte popular. Con ellas vivió feliz. Como era neurótico le recomendaron que vaya a ver una psicóloga en Chile, y en Santiago conoce a Sybila Arredondo… José María trabajó conmigo al entrar a estudiar antropología y realizábamos conversatorios semanales”.
Cuando Matos Mar se refiere a las hermanas Bustamante, se refiere a la esposa Celia y a su hermana Alicia, quienes, en esos años, eran promotoras de la peña cultural Pancho Fierro, fundada en Lima en 1936, lugar al que concurría Arguedas, como otros intelectuales y artistas de la época. La mayoría de las fotos en las que aparece Arguedas forman parte de los archivos de imágenes de la familia Bustamante. Con Celia, en 1952 realizó un largo recorrido por los pueblos cercanos a Huancayo y recopiló material folclórico que publicó con el título de Cuentos mágico-realistas y canciones de fiestas tradicionales del valle de Mantaro, provincias de Jauja y Concepción.
Arguedas no solo frecuentaba dicha peña cultural, sino también otros lugares donde era feliz poniéndose en contacto con el huaino, la danza y otras manifestaciones del folclor andino. De ello, en el 2011 dio cuenta Juan Ossio, otro antropólogo que lo conoció. “En 1963, cuando estudiaba antropología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fui su alumno en el curso de etnología andina. Para no perder el contacto con el arte del mundo andino, Arguedas concurría y yo lo acompañaba al Coliseo Folclórico a ver a los conjuntos musicales, como los danzantes de tijeras, expresión presente en Yawar Fiesta, obra con diversos tipos de personajes, como los jóvenes estudiantes sanmarquinos procedentes de Puquio, que (en la obra) se cuestionan sus tradiciones y costumbres ancestrales”.
Puquio es precisamente uno de los lugares donde Arguedas realizó sus estudios de primaria. También lo hizo en Lucanas y Abancay. Los estudios de secundaria los hizo en Huancayo y en Lima. Sus obras literarias están ambientadas en estos lugares de su infancia y juventud. Los ríos profundos es una manifestación de ello. Sus personajes tienen en común historias de vida signadas por la tragedia, pero también por momentos de intensas relaciones sentimentales, como se manifiesta en los casos de Lleras, El Peluca, Chauca, Marcelina y Alcira.
Lleras es un estudiante lamentablemente huérfano, pero a la vez un abusivo con sus compañeros, que se ve obligado a huir del colegio luego de agredir a uno de los religiosos. Arguedas le coloca como compañera a una mestiza del barrio de Huanupata, con la que este personaje huye del pueblo. El Peluca representa al cobarde y violador, al joven corpulento que abusaba de la joven Marcelina asaltándola en los excusados.
El escritor aceptó y se preparó para la ocasión. Para lo que no se alistó fue para la toma de la imagen en pleno brindis.
Marcelina es el caso de una mujer demente que había sido recogida por uno de los religiosos del colegio y que muere de tifoidea, lo cual enloqueció a El Peluca. Por su parte, Chauca es un muchacho delgado, también obsesionado por Marcelina, pero que se esfuerza por refrenar sus deseos, incluso hasta azotándose.
Alcira está relacionada con Ernesto, uno de los personajes principales de Los ríos profundos. Ella tiene un gran parecido a Clorinda, jovencita de la que Ernesto, durante su niñez, se enamoró pero que perdió de vista y nunca más supo de ella. Ernesto estudia internado en el colegio religioso y su padre es un abogado viajero por los pueblos del sur andino.
Catalogadas como indigenistas o neoindigenistas, las obras de uno de los grandes escritores peruanos se basaron quizás en la ficción, quizás en hechos reales, o en ambas cosas. Lo concreto es que en sus páginas afloran los sentimientos encontrados, la incertidumbre de las relaciones de pareja, el inicio y el fin del amor. Todo esto, sin duda, merece una foto aparte.