El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 563 // Viernes 21 de setiembre de 2018
EXPERIENCIAS
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EFECTOS ACUMULADOS

El bowling es un deporte con prerrequisitos: cálculo matemático, física de la materia, teoría de la fricción. Crónica desde los ojos de un novato que quiso jugar con los seleccionados que entrenan para los Panamericanos de Lima 2019. escribe: LUIS F. PALOMINO # #
La bola azul rueda fugaz por el centro de la pista, cruza hacia el cuadrante derecho y vuelve al izquierdo unos segundos antes de impactar en diagonal con la segunda línea de palitroques. Ninguno queda de pie, pero Sebastián Yuzuriha no festeja su chuza. Se para a un lado de la máquina que devuelve las pelotas mientras, bajo sus pies, la de seis kilos retorna a base. El seleccionado ya piensa en su siguiente tiro, que será igual de letal y sin celebraciones: en las instalaciones de la Federación Peruana de Bowling, en la Villa Deportiva Nacional (Videna), las chuzas son una rutina.
La pista se queda sin aceite, se va secando. Entonces, si tiras la bola por el mismo sitio, ya no va a reaccionar igual

Eso bastaría para diferenciar a los amateurs –que degustan papitas fritas y cervezas entre lanzamiento y lanzamiento–, de los jugadores profesionales que practican dos horas diarias, de lunes a sábado, y que conocen una teoría que casi todos ignoramos.

“Con los tiros, la pista se queda sin aceite, se va secando. Entonces, si tiras la bola por el mismo sitio, ya no va a reaccionar igual, habrá más fricción, se ‘aguantará’. Tienes que cambiar de zona para recoger aceite”, dice Sebastián, mirando su campo de trabajo.

Contrario al pensamiento común, él no apunta hacia los pinos sino a los puntitos y marcas que hay en el carril. Y antes de arrojar la bola elegida –entre seis opciones–, decide en cuál de las 39 tablitas debería posar su pie izquierdo. Todo eso definirá la ruta, cuya forma más contundente es una fantasía: la bola debe ingresar por un hueco al que nunca llegaría con un desplazamiento recto, sin efecto.

CIENCIA Y DESTREZA

Es un deporte de cálculo, pura física, pienso y veo cómo mi meteorito amarillo abandona la carrera muy tempranamente y se va por esa especie de desagüe lateral. Solo me consuela la anécdota de Alejandro Ishikawa, otro de los seleccionados, hasta hoy el único jugador peruano de bowling con auspicio internacional (en la historia). La estadounidense Hammer hace sus pelotas.

Alejandro comenzó a derribar pinos en la secundaria. En el 2013, a sus quince, jugó su primer campeonato oficial. Fue algo intempestivo. Uno de los integrantes de su academia no podría presentarse a la competencia y todos miraron al adolescente, quien recibió un uniforme que no era de su talla. El día de su debut, en la bolera de Jesús María, Ishikawa pisó la pista, preocupado porque no se le cayera el pantalón, y al realizar su lanzamiento inaugural resbaló y cayó de espalda. Por si fuera poco, al cierre de esa jornada, ocupó el puesto 65, es decir, acabó último.

“Creo que ni una de las personas que me vieron ese día creería que ahora estoy entre los mejores”, dice, y sus palabras se sustentan en que tanto él como Sebastián integran la lista Top Perú Lima 2019, los 153 mejores deportistas del país.

ALTA COMPETENCIA

Pero no están solos en la cumbre ni en la bolera de la Videna. Otros jugadores tan buenos como ellos compiten por representarnos en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Irán cuatro por país, dos hombres y dos mujeres.

Para la selección final las chuzas no serán tan decisivas como la ejecución. Según sus allegados, la bolera de la Videna es la mejor equipada de Sudamérica, y cuenta con tecnología que permite monitorear las trayectorias. Mediante una aplicación de celular, los entrenadores trazan caminos virtuales y luego revisan si sus dirigidos maniobraron adecuadamente según lo pedido.

Un buen tiro no siempre es sinónimo de chuza (ver Belmonte vs. Tackett 2018), aunque un buen tirador sí es quien hace rodar la pelota por donde quiere. El conocimiento importa. “Cada bola tiene un núcleo interior que hace que su movimiento sea diferente, que haga curva”, dice Sebastián, y eso explica el momento mágico en que la pesada esfera vira dramáticamente, como un cañonazo imposible de Roberto Carlos.

FUTURO

Sebastián y Alejandro consideran que el estado psicológico es determinante en el bowling. Sí, claro, me digo mentalmente, algo humillado por haberme creído capaz de jugarles de igual a igual. El reto de los mortales es hacer una chuza; el de ellos, tumbar todo doce veces seguidas. Aunque esa intención no es la más saludable, pues una pequeña frustración pondría en riesgo toda una serie. Es mejor la medianía, mantener cierto nivel, dicen.

Alejandro estuvo cerca de la gran proeza este año. Pero uno del pelotón se salvó milagrosamente en su último suspiro.

En Lima 2019, seguramente, habrá revancha. Asimismo, no cabe duda de que esta competición será la vitrina que la Federación Peruana de Bowling necesita para hacerse más popular. Las 24 pistas que se implementarán en la Videna –se espera que en marzo– también contribuirán a ello.

“Cada uno encuentra su deporte”, oigo que alguien me dice. A diecinueve metros, siete palitroques continúan de pie. La competencia inmediata siempre es con uno mismo.

Mejor me siento a escribir.