El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 564 // Viernes 28 de setiembre de 2018
ARTISTAS
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EL RETORNO DE INÍN

Partió de la comunidad de Roya como pintor aficionado y volverá a ella convertido en profesor intercultural. Su paso por Lima ha ampliado su visión del mundo en favor de una sensibilidad artística forjada a pulso en el bosque amazónico. escribe: hugo grández m. # #
De niño, a Inín le gustaba jugar pelota. Junto con Álex y otros amigos, improvisaban una cancha de fulbito en cualquier lugar de la comunidad y hacían rodar el balón. En medio de la selva, allí estaban ellos, corriendo, dribleando y gritando cada gol. ¿Calor? Sí, harto. Pero para eso estaba la cocha o el río. Una caminata de cinco minutos y todos al agua. Era simplemente genial.
IDENTIDAD PROPIA
Los shipibos-konibos hablan una lengua de la familia pano. Los pueblos pano suelen denominarse por el nombre de algún animal con el que se identifican. Así, ‘shipi’ significa mono, ‘koni’ designa a la anguila; el sufijo ‘bo’ convierte las palabras en plural. Otros términos en shipibo-konibo, traducidos por Inín, son sikati –pintura–, ebe racnanai –amigo– y mesko keska: Variedades.

A Inín también le gustaba comer rico. Le encantaba la patarashca, ese platillo de pescado asado envuelto en hojas, pero mejor si lo preparaba su mamá, Gloria. Igual que la mazamorra de pescado, que en realidad es una espesa y sabrosa sopa.

Pero lo que más le gustaba a Inín era dibujar. Siempre andaba inspirado. Miraba el paisaje, los animales del campo, los peces del río, una puesta de sol y sus manos se ponían nerviosas. Hacía unos pequeños trazos y los untaba de color.

Por eso le encantaban las clases de arte en el colegio. Era el mejor curso para él. Aunque cada semana esperaba con entusiasmo esa clase, sabía que en su institución educativa las cosas no iban bien. Los profesores dictaban clases solo un par de días a la semana y cada uno debía enseñar a chicos de varios grados, todos a la vez. Eso no era bueno. Algo había qué hacer

TRAZO Y COLOR

Inín Rono Ramírez Nunta tiene 21 años y es natural de Roya, una pequeña comunidad shipibo-konibo del distrito de Iparía, en el departamento de Ucayali. ¿A qué distancia más o menos? Bueno, imagine subir a un bote en Pucallpa y navegar unas veinte horas. Es la única forma de llegar.

Miraba el paisaje, los animales del campo, los peces del río, una puesta de sol y sus manos se ponían nerviosas

Hace cuatro años, Inín creyó que era una buena idea ser profesor. Un profesor algo especial. Uno de esos que entienden su cultura y las demás culturas, de aquellos “profes” que toman en cuenta las diferencias y enseñan con cariño y respeto.

Gracias a Beca 18, pudo lograr ese sueño y ahora toma sus clases en el octavo ciclo de la carrera de Educación Intercultural Bilingüe de la universidad Cayetano Heredia. Lo hacen él y una veintena de amigos suyos, shipibos-konibos, quechuas y aimaras.

A pesar de sus nuevas responsabilidades, y lejos de su comunidad, Inín nunca dejó de pintar. Antes lo había hecho con lápices, colores y témperas. También, y era lo que más le gustaba, pintaba con colores naturales. Él mismo conseguía y matizaba con semillas de achiote, resina de árboles y barro blanco. Era un experto. “Es más bonito el acabado”, dice.

CON ESPERANZA

Han pasado cuatro años, y ahora Inín no solo está cerca de concluir su carrera profesional, sino que también es un destacado pintor, cuyo principal propósito es contarle al mundo cómo es su cultura.

En sus pinturas plasma escenas de guacamayos, paiches, cochas y el verde de su selva. Algunas son una llamada de atención para acabar con amenazas como la contaminación.

Hoy, Inín es un reconocido pintor del colectivo Cantagallo, integrado por artistas shipibos-konibos. Sus cuadros llegan a las ferias de Ruraq Maki, del Ministerio de Cultura, a centros culturales como Juan Parra del Riego, de Barranco.

Apenas concluya sus estudios, Inín volverá a su natal Roya. Volverá hecho un maestro de profesión, pero un artista de corazón, porque eso lo lleva en la sangre. Así, podrá enseñar a sus alumnos no solo con cariño, sino también con la magia de las figuras, el dibujo y el color. ¿Y a qué niño no le gusta aprender así?