El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 564 // Viernes 28 de setiembre de 2018
CREACIONES
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MAGNÉTICA MORTALIDAD

Bárbara Soto, pintora que en redes prefiere presentarse como Manzana Pelirroja, comparte una madrugada de trabajo en la que priman el olvido, el vino y las ganas de volar. ESCRIBE: LUIS M. SANTA CRUZ # #
Hay una gran diferencia entre la Bárbara Soto que te encuentras por la calle y la Bárbara Soto que pinta. La primera es una fuerza de la naturaleza que agita su cabello color caramelo mientras habla enérgicamente, mientras destruye el aburrimiento a su paso. La otra, es silencio que se convierte en color durante la madrugada.

El reloj anuncia que ya pasó la una de la mañana, pero ella no piensa dormir porque a esta hora está botando fuego. Se ha puesto una de sus cinco pijamas, una de invierno con una jirafa gigante que terminará con manchas de todos los espectros del color cuando el sol se asome.

Ha invocado a la música desde la computadora y su mala memoria no le permite recordar los nombres de las canciones o de los artistas. Solamente me dice que la última pista añadida es una canción triste llamada ‘Eco’, cantada a dueto por Felipe Ospina y Manuel Medrano. El resto son “mujeres de voces agudas y hombres que están notablemente deprimidos”.

Mujercitas

Comienza a dibujar lo que será el retrato de una mujer. Al comienzo no había una línea fija que guiara su producción, aunque con el tiempo se ha dado cuenta de que siempre son féminas las que aparecen con los ojos muy abiertos.

Mujeres que se parecen a Bárbara, a pesar de que ella no reconozca el parentesco más allá de una intensidad en la mirada que admite compartir con sus creaciones. Hoy, esos trabajos forman parte de una creciente colección conocida como Mujercitas.

Termina de darle forma al rostro y le da un sorbo a la copa de vino que reposa junto a sus herramientas. Sonríe porque le recuerdo que es un cliché del artista ir acompañado de bebidas espirituosas o cigarros siempre prendidos. Nunca aprendió a fumar, confiesa, así que le saca provecho a su única opción y vuelve a reír.

Ríe menos que en otras oportunidades, digamos que con respeto a su improvisado templo dedicado a honrar a la pintura. En ese ritual, entra en el trance de aquellos profetas que ven el futuro y a los que hablar les parece un oficio innecesario.

Bárbara deja de existir cuando los pinceles golpean el terreno blanco y lo conquistan. Deja de pensar en sus dilemas sentimentales y en los amores de telenovela, procede a olvidarlo todo como una parte obligatoria del proceso.

Recuerdos

“No es necesario olvidar para siempre, por momentos está bien”. Me lo dice mientras se percata de que tiene el rostro lleno de marquitas de óleo rebelde, advirtiendo que igual todo regresa doliendo menos. Pero el dolor posterior enseña y ella no dudaría en decir que le gusta. Su filosofía es que a veces se necesita esa sacudida emocional que te manda a la cama, que te paraliza en un llanto compulsivo.

En ese ritual, entra en el trance de aquellos profetas que ven el futuro y a los que hablar les parece un oficio innecesario

Pero no es momento de llorar ahora. Se aleja del trabajo para observarlo con una pequeña distancia y toma una foto que no compartirá en redes sociales porque evita que sus personajes sean públicos hasta que sea hora de exhibirlos. Se mira al espejo y, por primera vez en mucho tiempo, percibe algo de la conexión física que todos hacen entre la artista y sus mujercitas.

Se ve algo triste. Bárbara recuerda las palabras su abuela, que siempre le dice lo mismo al ver sus pinturas colgadas en las paredes de la casa: ¿Por qué siempre las dibujas tristes? ¿Acaso tú lo estás? La joven no aleja la mirada de su reflejo, como si estuviera buscando la respuesta en cada centímetro de su magnética mortalidad.

Luego de una cautivante pausa, me mira para contarme que ahora también está dibujando pájaros. Los asocia con sus dolores internos, ya que solo aparecen en los momentos más complicados, como una dramática metáfora de su necesidad de alejarse volando de las cosas.

Lo dice con tanta dulzura y sinceridad que estoy esperando que le broten alas y se vaya por los aires antes de que nos encuentre la mañana. Lo dice con tanto amor que parece que sus pies ya no tocan el suelo.