El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 565 // Viernes 5 de octubre de 2018

SOCIEDAD
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EL REINO DE LA POSVERDAD

La información manipulada se multiplica aprovechando las redes sociales e internet. Hay responsabilidad en los ciudadanos y los periodistas, afirma Jacqueline Fowks. escribe: josé vadillo vila # #
Más que mentira, un relato que juega con las emociones. Que manipula. Que fabrica una realidad (¿alterna?). Que circula, crece y se reproduce en las redes sociales. Un mecanismo de desinformación. Un montaje elaborado por algunos intereses. El presidente del país más poderoso de la Tierra lo llama “hechos alternativos”, mientras juega con ella.

Posverdad. En el 2016, el diccionario Oxford lo definió como “circunstancias en que la opinión evade los hechos objetivos”. La Real Academia Española la define como “una distorsión deliberada de la realidad”. “La posverdad es un mensaje basado en emociones. Uno puede generar una mentira por razones totalmente lógicas y desapasionadas, pero la posverdad, no: es un mensaje falso o distorsionado”. La periodista Jacqueline Fowks, corresponsal de El País de España, ha estudiado este montaje que busca manipular la opinión pública en Mecanismos de la posverdad (Lima, Fondo de Cultura Económica, 2018), cuya segunda edición acaba de aparecer en librerías.

En el libro, Fowks mira esos momentos que son buscados por “instancias de poder” político, religioso y económico para difundirla en las redes sociales y que la “distorsión de la realidad” quede. Y ya con eso ganaron, aunque, tiempo después, el periodismo responsable los desmienta. En Mecanismos de la posverdad, la autora pone ejemplos de Chile, Colombia, México y el Perú, donde ciertos sectores propulsan estos mensajes basados en la indignación. “Pero también hay algunos casos de formación de opinión pública que proceden de sectores que no podemos identificar y también causan desinformación”, aclara.

¿OTRO periodismo?
En Mecanismos de la posverdad, Fowks fija posición y recuerda que la producción que realizan los ciudadanos no puede denominarse “periodismo ciudadano”. “Antes de la existencia de internet y las redes sociales, cuando los ciudadanos se enteraban de alguna noticia y no había un periodista cerca, tomaban una foto ante un hecho y la enviaban a un periódico o canal de televisión. Nadie en sus sueños podía pretender que el ciudadano que tomó la foto era un periodista. ¿Cuál es la diferencia ahora? Lo único que ha cambiado es la inmediatez porque la tecnología lo permite. No son personas que se hayan formado en el periodismo, no conocen los valores del periodismo. Yo diría que son personas que colaboran mucho con los medios porque ayudan a tener primera información que luego se puede verificar, pero no tenemos por qué llamarlas periodistas”.
DESINFORMAR

Pone como ejemplo el caso del ciudadano Manuel Liendo, quien escupió y sacó su arma cuando un ciudadano le increpó por utilizar un carril en sentido contrario para abreviar su viaje. Con ánimo sancionador, muchos buscaron en Facebook y compartieron un perfil falso de Liendo, para reforzar la idea de que es un ser violento. Esa actitud podríamos perdonársela a un ciudadano, no a un periodista. Fowks rechaza la idea: “Tienen responsabilidad [también] los ciudadanos que usan sus celulares para diseminar mensajes falsos y generan corrientes de opinión que no corresponden. Contribuyen a procesos de información distorsionada cuando distribuyen fotos y videos de cosas que no les consta que sean ciertas”.

¿Cómo ves a los medios de Estado en tiempos de la posverdad?

–Los medios del Estado son rápidos, están un poco más alertas a esclarecer si hay un intento indebido de hacer quedar mal a un funcionario. Recuerdo esta versión de que el presidente Martín Vizcarra se había subido el sueldo, se hizo muy masivo, y la Oficina de Prensa de la Presidencia fue muy rápida en aclarar el tema. Yo veo poco TV Perú, pero sí me parece que sus noticieros tienden a no ser más papistas que el papa, como en gobiernos anteriores. Creo que a un ciudadano común y corriente más le sirve un medio del Estado que le dé información un poco más ecuánime que noticias cargadas de elogios acerca de lo que hacen.

La publicidad en medios privados, de alguna manera, sigue relacionada con que prevalezca la versión del anunciante respecto a los hechos…

–Hace años que la relación del Poder Ejecutivo con los medios no se define por si este pone publicidad. Habría que diferenciar: un fenómeno es la influencia de la publicidad de las empresas privadas en los medios privados, y otro es el fenómeno de la publicidad estatal. Esta depende del rubro. Si la publicidad tiene que ver con trámites, campañas utilitarias, es distinta a si hubiera una publicidad del Ministerio de Energía y Minas diciendo ‘Perú, país minero’, cuando algunas empresas privadas pugnan para que sus proyectos se destraben. Son fenómenos distintos.

La agenda Fowks
La periodista participa hoy en el Coloquio Interdisciplinario de Humanidades “Verdad, historia y posverdad. La construcción de narrativas en las humanidades”, en el auditorio de Humanidades de la PUCP, a las 15:00 horas. El 10 de noviembre participará en el Hay Festival en la ciudad de Arequipa: a las 10:00 horas, junto a Misha Glenny, Luke Harding, John Paul Rathbone, Patricia del Río y Cecilia Valenzuela, estará en el evento “Lecturas periodísticas que me marcaron”. A las 12:00 horas, en el centro cultural Peruano Norteamericano conversará con el periodista británico Misha Glenny sobre su bestseller McMafia: El crimen sin fronteras. Y a las 18:00 horas, participará en un conversatorio con los periodistas Marco Sifuentes y Umberto Jara, en la biblioteca regional Mario Vargas Llosa.
POLÉMICA

Respecto a la llamada Ley Mulder, Fowks opina que el problema mayor con esta norma “es que hay algunos mensajes que nadie va a pagar por difundirlos y esa es la labor del Estado. En la Amazonía no hay un gran uso de la telefonía con datos, y, así lo tuvieran, hay zonas donde puedes pasar horas sin conexión; entonces, una gran cantidad de personas no podría conocer los mensajes del Estado mediante las redes sociales. Los ciudadanos de ciertas clases sociales y con realidades no urbanas no tendrían por qué perjudicarse por una ley que no ha pensado en ellos”.

En tu libro recuerdas que “terruquear” es una forma de desacreditar a quien piensa distinto.

–Se ha creado este verbo para definir tanto a los terroristas, los exterroristas, como todo aquel que tenga una idea distinta a quienes detentan la hegemonía del poder. Hay que notar que “terrorista” suena muy fuerte para quienes han vivido el tiempo de la violencia, pero como existe una actividad de remanentes de Sendero Luminoso en el Vraem y está activo el Movadef está muy presente en las preocupaciones de algunos sectores. El término “terrorista” continúa siendo muy injuriante para quien lo recibe y no tiene nada que ver con una posición violenta ni senderista.

Contribuyen a procesos de información distorsionada cuando distribuyen fotos y videos de cosas que no les consta que sean ciertas.
¿La posverdad ha llegado para instalarse?

–Las personas que leyeron la primera edición del libro terminaron desalentadas por el desastre que tenemos. No es mi intención. Quiero destacar que frente a estos procesos de desinformación, que ocurren en todas partes, en sociedades polarizadas como Colombia, México, Chile, Perú o Guatemala, también hay iniciativas importantes que intentan aclarar estos procesos de desinformación y dar la información correcta. No es que no ocurran estas cosas y no pasa nada. Sí, hay esfuerzos, por ejemplo, de medios que hacen trabajos de verificación de información (fact checking) o evidencian si lo que dicen los políticos es realmente cierto. No es que solo avanza el mal, hay algunas iniciativas de fiscalización de ciudadanos o medios u organizaciones no gubernamentales, son esfuerzos para aclarar versiones que están apareciendo.