Aun cuando la gente la identifica sobre todo como cantante, Amanda es también autora y compositora. ‘Y autodidacta’, subraya ella.
Esta pedida de mano en público es solo una de las anécdotas marcadas por el romanticismo popular que registra la trayectoria artística de Amanda Portales, estampadas en la vida de jóvenes y adultos, hombres y mujeres, no solo en el Perú, sino en todo el mundo globalizado. Y los seguidores de Amanda no se cansan de agradecerle, pues, gracias a sus interpretaciones, muchos de ellos se conocieron, enamoraron, casaron y aún, años después, siguen celebrando el haberse conocido. Si la vida de cada persona tuviera una banda sonora, para muchos el tema estelar contendría los acordes de un huaino interpretado por Portales.
Y es que la música enamora –dice Amanda–; pero también es capaz de levantarte el ánimo, inspirarte o, simplemente, acompañarte. Para ella, la vida no sería la misma sin la música. Y no solo por el canto y la melodía que producen los instrumentos, “sino también por el sonido natural que nos regalan las aves, el río, la lluvia o el viento”.
Amanda Portales Sotelo es “limeña mazamorrera, pero tan serrana como la papa”, dice orgullosa. Inició su trayectoria musical a los 3 años como ‘La mascotita de Huánuco’, cuando se presentaba en el Coliseo Nacional de la avenida Bolívar, en el distrito de La Victoria, una de las más importantes trincheras de la música andina del siglo pasado. Era esa parte de su niñez en que le gustaba más bailar que cantar.
Sus primeras interpretaciones fueron tan bien recibidas que, a los 5 años, sus padres tuvieron que solicitar la autorización del juez de menores para que pudiera cantar en espectáculos públicos, aunque solo hasta las 7:00 de la noche.
Ahora, lleva 53 años de trayectoria dedicada a la difusión del folclor andino, en especial el del centro del país. Por todo ello, desde 1984 el nombre y apellido de la artista funcionan como el epígrafe de una denominación potente y marketera: “Amanda Portales, la novia del Perú”. Prácticamente una marca, esta denominación es también una metáfora que se interna de manera sutil en el subconsciente popular de una nación marcada con fuerza por el machismo, el racismo y los modelos aspiracionales ligados al consumo.
Aun cuando la gente la identifica sobre todo como cantante, Amanda es también autora y compositora. “Y autodidacta”, subraya ella. Sus únicas lecciones fueron las que recibió de pequeña en la interpretación de la cantante Irene del Centro, ‘La Dama Elegante del Folclor’, su madre; y don Lucio Portales, su padre, violinista y director de orquesta. Y, claro, mirando a otros grandes artistas, aprendiendo de lo mejor de ellos.
En cinco décadas de carrera, ha interpretado temas criollos y latinoamericanos, incluso cumbia, pero lo que ella ama realmente es la música andina. Le puso alma, corazón y vida a su versión del ‘Pío pío’ –una de sus interpretaciones más queridas, creación de Luis Anglas y Eusebio Chato Grados–, aquella cuya letra comienza con “Ese pollito que tú me regalaste…”, aclara.
Tiene tres hijas y ninguna ha seguido sus pasos. Lo hubiera querido, dice, pero cada una decidió seguir profesiones diferentes. Eso sí –resalta–, he tenido la satisfacción de grabar con ellas, cuando aún eran pequeñas, algunas de mis canciones.
Con su arte, Amanda ha llevado no solo alegría a gente que de verdad la necesitaba, sino también memoria e identidad. Ha recorrido todo el Perú, así como el resto de América, Europa, Asia y África. Y se puede decir que, literalmente, se gana la vida con el sudor de su frente debido al peso de las coloridas polleras que lleva puestas en cada una de sus presentaciones.
No hay año en que la intérprete de ‘Mi diccionario’, ‘Vaso de cristal’, ‘Dile’, ‘Gatito miau miau’ y ‘Pío pío’ no reciba reconocimientos. El siguiente será el 17 de noviembre, en el Gran Teatro Nacional, con el que se convertirá en la única artista folclórica en sumar cuatro presentaciones en el primer recinto cultural del país.
Dice Amanda Portales que no es posible amar aquello que no se conoce. Que es, tal vez, la falta de difusión de la música andina el motivo por el cual no forme parte del gusto musical de las mayorías. Por eso, aparte de pedir a los medios un poco de apoyo en la difusión, ella espera cumplir algún día el sueño del taller de canto propio, ese desde el que ella misma pueda acompañar y aplaudir el crecimiento de los nuevos exponentes del folclor peruano.