El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 567 // Viernes 19 de octubre de 2018
AUTORES
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EL TEXTO DEL DESEO

Con una prosa depurada, el escritor Juan Carlos Cortázar mezcla la vocación literaria con su experiencia gay para la realización de un conjunto de cuentos homoeróticos en los que el lector es testigo de cómo nos sometemos a los deseos. escribe: luis f. palomino # #
Como el protagonista de uno de sus cuentos, el escritor Juan Carlos Cortázar ha decidido mirar las relaciones homosexuales por la grieta de una puerta de cuarto de hotel. Y abrirla. Entrar.

El inmenso desvío, su flamante título, es un acercamiento a aquella cama desnuda donde los hombres se han distendido para recibir otros cuerpos iguales, para liberarse de ese deseo que es tortuoso por distinto, marginal, y tan incontenible como una catarata.

“Lo fundamental en la identidad del homosexual es que tiene que pelear para serlo”, dice el autor, voz ronca, rostro duro, brazos tatuados. Y añade: “La homosexualidad se abre paso a pesar de las trabas, y eso es hermoso”.

Hay todo tipo de personajes, desde padres preocupados por el ‘inmenso desvío’ de sus hijos hasta monjas unidas a su superiora por un cilicio

Tecleando siempre con una copa de vino, Cortázar ha cargado estas 148 páginas de nervios y tensión, poniendo en práctica lo aprendido en la Casa de Letras de Buenos Aires. Unas pocas palabras y ya delata su estirpe, es de esos literatos capaces de recitar la teoría, y ahora remarca que siempre hay que escribir sobre la fisura, sobre lo que no encaja.

Atento a sus referentes (no lo digas, ¡muéstralo!), el autor ha preferido exponer lo encubierto, lo que se calla, y dándole vuelta y vuelta a los conflictos, sin enunciarlos explícitamente, ha conseguido un sólido conjunto de nueve relatos –a su vez, un borrador antropológico y sociológico– sobre la pulsión gay.

Casado con un hombre en Chile, país que habita, Cortázar es un testigo privilegiado de la vida LGTB en esta parte de Sudamérica y no idealiza el universo que va construyendo libro tras libro. “Las relaciones homosexuales, sobre todo cuando hay diferencia de edad, son juegos de amor, deseo y pasión, pero también de dominio, explotación, poder, sumisión, manipulación porque el amor no es pura gratuidad. Creo que con estos cuentos nos bajamos del árbol del amor romántico”, señala.

NUEVAS FORMAS

Cortázar tampoco ‘blanquea’. Por el contrario, cuestiona, ‘deshigieniza’: “Tengo interés en dar luz a otras experiencias que no son tan asimilables por la heteronorma. A veces se dice ‘el gay también es como tú, podría ser tu contador, la secretaria de tu hermano’. Sí, claro, ¿pero [qué pasa] cuando es la loca que anda con plumas y tacos o el travesti o el tipo al que le gusta el dolor?”.

Publicado este año por el sello Animal de Invierno, El inmenso desvío también evidencia el ingenio de los homosexuales para concebir nuevas formas de amor. Las posibilidades son muchas.

“Creo que al cruzar el río hacia las sexualidades no heteronormativas puedes desestructurar lo que has recibido y abrirte a otras dimensiones de vida sexual más variadas y amplias que la pareja monógama y procreadora; yo qué sé, parejas que no quieren tener hijos, amores de más de dos, relaciones abiertas donde puede entrar uno más… o no. Creo que es tan normal o arbitrario como decir ‘Vamos a ser dos, no más’”, razona Juan Carlos.

LAS CARAS

En el cuentario hay todo tipo de personajes, desde padres preocupados por el “inmenso desvío” de sus hijos hasta monjas unidas a su superiora por un cilicio, esa faja de alambres que Santa Rosa de Lima ataba a su cintura, a modo de penitencia, y ciertamente un objeto de sex shop que Cortázar usa sensacionalmente, como se puede leer en Epifanía: “Si el dolor en la cintura, un día entero; si su calor interno, si su humedad; si acaso. En su confusión, Marta se sorprendió viéndose como Santa Rosa, o como Epifanía, desnuda atándose el cilicio a la altura del ombligo, apretando, jadeando por el sufrimiento”.

Asimismo, en La embriaguez de Noé el autor presenta a un hombre que decide “hacerse prostituto” a los cincuenta, mientras que en Ocho metros el protagonista es un joven gay con menos derechos que los heterosexuales: “Mira, tú no tienes que aceptar o rechazar nada, te contesta el abogado –es ahora la voz rígida y directa de quien manda– tú, te recuerdo, legalmente no eres nadie. Y sabes que es verdad, no eres nadie, solo el chico que vivió casi tres años con Germán y que, al final, volvió para acompañarlo a morir”.

LO QUE SOMOS

El libro es rosado, con un San Sebastián tirado en medio, bocarriba. “Es una tapa muy maricona, me encanta. Además, el chico está muy rico”, dice Cortázar, desfachatado. El detalle no solo es estético, sino que además juega con la propuesta conceptual de algunos relatos, en los cuales la iconografía religiosa también es un motivo gay –esculturas de santos que desencadenan el contacto físico entre personas del mismo género, como en el cuento Restauraciones–. “Tal vez este libro es una invitación a espiar juntos el deseo”, reflexiona Juan Carlos.

En efecto, El inmenso desvío es esa grieta en la puerta de una habitación de hotel que nos tienta a mirar. Finalmente, ¿qué somos los lectores de literatura si no voyeristas?

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