El Peruano
año 108 // 3ª etapa // 576 // Viernes 1 de febrero de 2019

MONSERRATE

LAS HUELLAS DEL TIEMPO

El barrio criollo como bastión de la identidad limeña.

TRADICIONES
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EL ÚLTIMO BASTIÓN

El Cuartel Primero, Monserrate, es uno de los barrios más antiguos de la Lima fundacional. Su aporte en las culturas populares tiene la huella del tiempo y la identidad de lo más genuino de la capital. escribe: ELOY JÁUREGUI # #
San Telmo es para Buenos Aires el baluarte tradicional para la caldera del tango. Igual, en La Habana Vieja, el son cubano se mantiene vivo porque sus raíces están conservadas por el calor popular. En Lima, en la ciudad ancestral, el Cuartel Primero, barrio de Monserrate, atesora la esencia de nuestra cultura criolla, su música, su culinaria, sus lenguajes, sus leyendas. Hoy la avenida Tacna sería su orilla y rumbo al Oeste, pero antes era lar más amplio y hasta colindaba con la Plaza Mayor de Lima.
Ciudad sin barrios no es ciudad. Por ello, en el evangelio de los cariños, el barrio es nuestra patria más entrañable

La jurisdicción es consagrada porque allí se encuentra Las Nazarenas, el convento donde mora el Señor de los Milagros. Pero uno también tuvo su parroquia: el restaurante Almeida (a un tris de lo que fue el diario Expreso) en la cuadra 6 del jirón Ica, en la llamada calle Orejuelas. Cierto, ahí se ubicaba el antiguo cine Astral. Pero el Almeida fue nuestro refugio, pensión y asilo. Y allí se preparaban los mejores potajes criollos y en el bar uno podía ahogarse de dicha. Que lo digan los periodistas Guillermo Denegri y el flaco Fabricio Torres Del Águila.

A unos pasos se levanta enhiesta la iglesia San Sebastián, construida en 1561 y que conserva, tal cual, la pila bautismal de mármol en donde bautizaron a Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres. Y a tres cuadras, como quien baja a la plaza Unión, el vórtice del barrio, la plaza de Monserrate, con su iglesia, comisaría y estación de tren, como debe ser. El Ferrocarril Central tenía dos paradas en el Centro de Lima. La primera en Desamparados (hoy, Casa de la Literatura Peruana), donde se apeaban los regios. La segunda en Monserrate. Ahí bajaban los “recién bajados”. Para el mestizaje limeño, este fue su principal puerto.

BARRIO DE ANCLAJE

El barrio es la patria de los sentimentales. Y Monserrate, como la plaza Italia en los Barrios Altos, significa para la Lima del 2019, acaso uno de los últimos refugios de aquella identidad limeña que se diluye con los años. Quedan, no obstante, sus expresiones auténticas. Porque el barrio es el guardián de lo genuino. El acervo tradicional. El caudal de la memoria. Y en Monserrate hoy uno puede encontrar, aparte de la oferta mística de sus santos e iglesias, todavía el cofre de aquella música criolla que jamás será la misma.

Fui asiduo al Centro Musical Unión. Primero en su local en la misma plaza Unión y, luego, en su casa central del jirón Tayacaja 641. Y qué jaranas, de esas memorables. Una noche llegaron los ya consagrados Lucho Barrios, Pedrito Otiniano y Gilberto Cossío Bravo. En las guitarras estaban los maestros Alberto Urquizo, Víctor Reyes y Máximo Dávila. Entonces las frejoladas con apanado servían para la “camita” de todos los piscos que nos anegaban hasta la madrugada. ¿Criollismo? Ese era el auténtico.

El investigador Daniel Mathews nos cuenta también del perfil de los “nuevos limeños” que se integraron al canon de la Lima tradicional: “No hay duda de que es un barrio de estirpe limeña. Locales como El sentir de los barrios o el centro musical Pedro Bocanegra”. Justamente, Pedro Bocanegra (1890-1927) puede ser recordado como uno de los gestores de este criollismo migrante. Y no lo digo por haber nacido en Chiclayo, sino porque la guitarra no le pesaba a la hora de componer huainos dedicados al río Mantaro. Aquí vemos que la convivencia puede más que el nacimiento. Evidentemente, quienes venían al barrio por las vías del tren eran centroandinos. Y don Pedro vivía en el callejón del Pino, actual cuadra 5 de Emancipación”.

LOS PERSONAJES

Pero los barrios también se cuentan por sus personajes. En la década de los 80 fui a buscar al gran cantante David Farfán, quien vivía en un solar del jirón Huancavelica, frente a lo que fue el cine México. Unos cineastas alemanes estaban a la búsqueda de un personaje con el perfil del limeño de barrio que no había cosechado los fastos de la fama. Farfán fue el indicado. Porque, además de ser intérprete de valses del “tiempo A”, era un hombre de mil oficios.

Pero, igual, con el campeón mundial de billar don Adolfo Suárez visitamos los salones de billar del barrio. Suárez había sido vecino de la cantante Jesús Vásquez y, entre los dos, la esencia de las esquinas de Monserrate cobraba un esplendor popular. Y ni hablar de otros protagonistas de leyendas. Los cantantes don Rafael Matallana, Cecilia Bracamonte, Edith Barr, la familia Rodríguez y otros. Y las guitarras de ‘Chavo’ Velásquez, Pablo Alarco, los hermanos Dávila y perdonen las omisiones.

De Monserrate decía uno de sus vecinos más ilustres, don Aurelio Collantes: “El barrio es el corazón de las memorias; y sus calles, las venas del cariño”. Y hace más de un siglo, Pedro Benvenutto, en su libro Quince plazuelas, una alameda y un callejón, describía un recorrido por el Monserrate del criollismo como bastión de la identidad limeña. Aquella identidad que todos los sábados la podemos encontrar en el centro Pedro A. Bocanegra (Jirón Chancay 433). Y he dejado solo para el final aquello que ciudad sin barrios no es ciudad. Por ello, en el evangelio de los cariños, el barrio es nuestra patria más entrañable.